viernes, 26 de marzo de 2010

Historia de la Filosofía



En el limbo Sartre y Leibniz
discuten la bondad del mundo.
Cae la tarde triste y la ceniza
del cigarro me ensucia la corbata
-grises átomos, materia contundente,
este polvo que serán tus huesos.
Santo Tomás combina su infinito
ábaco de piezas desmontables.
El café me quema la garganta
y maldigo, impío, a quien lo hizo.
Spinoza en su latín celoso
recuerda que todo es Uno y Falso.
Ya te dije que dolor es la existencia
y combustión, su íntimo latido.
Con cara de sepulturero, Heidegger,
enarbola su ser-para-la-muerte.
Tanto circo metafísico distrae
la modorra de esta tarde.
Abejorros ilustres, zumbonas calaveras,
huecas palabras sin mundo...

lunes, 15 de marzo de 2010

Soneto del amor salvaje

Poema encontrado en una papelera, en un papel arrugado y roto. Va firmado con un pseudónimo que seguramente responde al nombre de algún solitario misógino y reprimido. Presenta algunos problemas de crítica textual:

a) Al verso 10, torpe a todas luces, le sobraba alguna sílaba, por lo que he tenido que suprimir "una" antes de "gata".

b) La palabra "empantanan" (verso 9) quizá fuera "espantan" u otra de fonética similar; pero estaba casi ilegible, cubierta por un chicle. No estoy seguro de haber hecho la lectura más correcta.

Quiero tocar tus uñas y tu pelo;
lamer tus cicatrices; horadar
con mi dedo meñique el agujero
secreto de tu oído. Quiero hallar

el olor de tus pies si andan descalzos,
la tibieza del pis que cae a chorros.
Quiero untar mi saliva en tu regazo
como gata que lame a sus cachorros.

Me empantanan tus flujos y reflujos
en olor, sabor, color, ardiente sangre.
Me sumo en el instinto hasta el embrujo
de transformar mi ciego amor en hambre

y en sed y en digestión: deseo loco
y caníbal de comerme lo que toco.

Ermitaño

martes, 9 de marzo de 2010

Teoría del conocimiento

Comprendo la fina cintura de la abeja
y el oscuro orgullo de los pelos de la axila.
Quiero saber la sombra de la arena,
la música que ocultan los guijarros,
las uñas de los muertos sin estatuas.
Puedo contar los números adúlteros
y medir el ángulo esquizoide
que sostienen las cúpulas masónicas.
Ilumino el silencio de los astros,
sencillo como un niño en su merienda.
(La clave está en la luz, en la armonía
de los átomos con ánima platónica).

¡Nada como vivir para ser sabio!