martes, 21 de enero de 2014
Aforismo
El ecologismo es un invento del hombre urbano como el erotismo es un invento de poetas despechados.
viernes, 10 de enero de 2014
Una visión de la escuela en el Valle del Guadalhorce (Málaga) a principios de siglo XX
UNA VISIÓN DE LA ESCUELA EN EL VALLE DEL GUADALHORCE
(MÁLAGA) A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX1
Tomás Salas
Este trabajo se presentó como comunicación al IV Congreso de
investigadores del Valle del Guadalhorce, organizado por el Aula
Cultural Guadalhorce y el Centro de Profesores de Málaga (Alhaurín
el Grande, 24-27 abril 2002).
1. Luís Bello y la preocupación educativa del
Regeneracionismo hispano.
El problema educativo, acompañado de una gran pasión y
normalmente lastrado por el partidismo de uno y otro bando, ha sido
uno de los temas repetidos en el debate político y social de lo que
podríamos llamar –en un concepto histórico amplio- la “crisis
de la Restauración”. En el famoso “problema de España”
aparece siempre la educación como una de las posibles –si no la
principal- solución al atraso y crisis de nuestro país. Durante la
II República el debate educativo, unido íntimamente al problema
religioso, llegó a una exacerbación dramática y fue uno de los
detonantes del conflicto. De forma especial la preocupación por la
enseñanza está presente en los regeneracionistas2,
en aquellos españoles que sueñan con una transformación social que
ponga a España en el lugar que le corresponde en el concierto
internacional, en una situación acorde con su pasado como potencia
de primer rango y su cultura. Y esta carencia educativa se ve mayor
si se compara con una actividad cultural brillante en cuanto a las
minorías artísticas e intelectuales; pudiéndose hablar, también
en este caso, de “dos Españas”3.
En este contexto de regeneracionismo ilusionado y
preocupado y en el grupo de la Institución Libre de Enseñanza, se
sitúa Luis Bello, autor de un largo Viaje por las escuelas de
España4,
que voy a comentar parcialmente en este trabajo. El texto en que
nos centraremos es en el que relata su viaje a Andalucía5
y, más concretamente, dentro de la provincia de Málaga, a algunos
pueblos del Valle del Guadalhorce: Pizarra, Casarabonela y Álora.
Pero antes del entrar en detalle sobre el viaje de Bello por el
Valle, bueno será recordar quién era Luis Bello, un hombre hoy
quizá no todo lo recordado que se merece, pero que tuvo en su tiempo
una relevancia considerable como político, escritor y periodista.
Luis Bello y Trompeta nació en Alba de Tormes en 1872 y
murió en Madrid, durante la etapa final de la República en que
participó políticamente, en 1935. Aunque su vida no es demasiado
larga, alcanza una época de turbulencias históricas –crisis de la
Monarquía, Dictadura, República- que él vivió con toda
intensidad. Su trayectoria personal, en sus distintas direcciones,
podría servir de resumen de las inquietudes intelectuales y
sociales de su tiempo. Sus vinculaciones y trayectorias vitales
fueron múltiples: estuvo vinculado con el krausismo y la Institución
Libre de Enseñanza; también se le relaciona (su realismo, su
interés por el paisaje y las gentes de los pueblos de España) con
el grupo del 986;
luego se incorpora al grupo de intelectuales orteguianos, en la Liga
para la Educación política y en la revista España; de esta
tendencia progresista y reformista surgirá el diario El Sol, en
que participa Bello y donde publica sus crónicas del Viaje,
durante la dictadura de Primo de Rivera. Con la llegada de
la República (1931) participa activamente en política, en el grupo
azañista. Fue miembro de la Comisión Constitucional, vocal del
Patronato de Misiones Pedagógicas y ocupó un cargo clave y polémico
en los primeros años de la República: la presidencia de la
Comisión para el Estatuto de Cataluña. Para sopesar la importancia
de Bello en su época he rastreado en el testimonio de un testigo de
excepción: Manuel Azaña, en cuyo partido militó Bello, y que en
sus diarios de los años cruciales de 1932 y 1933 lo cita
profusamente7.
Vemos, por ejemplo, a nuestro autor protagonizando un debate con el
ministro de Instrucción Pública, el socialista Fernando de los
Ríos, a propósito de la política de construcción de centros del
Ministerio, que Bello deseaba menos dada a las actuaciones
espectaculares y más atenta a la enseñanza básica y la
alfabetización. Bello entonces dirige el diario Luz y el
mismo Azaña reconoce que actuaba con independencia de cualquier
directriz partidista8.
Aunque Azaña no es persona que prodigue elogios, en su obra la
figura de Bello se presenta, más que como un político, como un
periodista que tiene un poderosa influencia (lo que hoy llamaríamos
un “líder de opinión), siempre preocupado por los temas
educativos.
2. Una mirada atenta a las escuelas del Valle del
Guadalhorce.
Este
hombre es el que idea uno de los proyectos periodísticos más
ambiciosos de la época: visitar las escuelas de España, conocerlas
de forma directa y personal, en un periplo que él pensaba realizar
en más de una década. Comienza su viaje por Andalucía en 1926,
después de haber visitado zonas de Madrid, Castila y León y
Asturias. Bello llega a Andalucía conociendo el gran problema de
analfabetismo que asola esa tierra, unido a un endémico atraso
social y económico. Conoce y cita en varias ocasiones las
estadísticas realizadas por Lorenzo Luzuriaga9,
que dejan clara una abismal diferencia entre el norte y el sur en
materia de alfabetización. Andalucía presenta una cifra de
analfabetos de 66.26 %, frente, por ejemplo, a Castilla la Vieja
(34.88) y León (37.60); prácticamente el doble. Pero, aunque estas
cifras son descorazonadoras, en su viaje andaluz Bello va a estar muy
atento a las bellezas del paisaje y a las buenas cualidades de la
gente. Va hacer muchas observaciones sobre las costumbres y riquezas
naturales y culturales de estos pueblos y en ningún momento dejará
de admirar todo lo que de bueno ofrece la vida en estos lugares. No
se tiñe de negro su visión de los pueblos andaluces, sino de un
verde esperanzado, mostrando un agudo poder de observación y una
sensibilidad de artista para descubrir los detalles del paisaje y las
cualidades de la gente.
Una
etapa de su periplo andaluz es el viaje que emprende desde Málaga y
que recorre Pizarra, Casarabonela y Álora, para luego regresar a la
capital. Estos viajes se reflejan en tres artículos publicados, como
toda la serie, en El
Sol, con fechas 2,
4 y 6 de agosto de 192610.
Luego, de regreso a Málaga, vuelve a referirse a la zona11
en una especie de recuerdo y recapitulación de lo visto. Emprende su
viaje con la inquietud de unas cifras preocupantes en cuanto al
analfabetismo; las cifras que conoce a través de la citada obra de
Luzuriaga. En los años 20, concretamente en la dictadura de Primo
de Rivera, el tema educativo adquiere una peculiar importancia; y
sobre todo el problema del analfabetismo y de la enseñanza primaria,
visto por algunos como un problema dramático. No faltan testimonios
del estado lamentable de la enseñanza y de sus urgentes
necesidades12.
Sin embargo –observa Bello-, estos pueblos del Guadalhorce, a
pesar de su analfabetismo endémico, no son lugares remotos y casi
incomunicados, como otros que ha encontrado por España. Álora tiene
estación de ferrocarril y Casarabonela comunicación –buena, para
la época- por carretera. Además, Bello no va a descubrir esa
Andalucía de jornaleros hambrientos que describe “Azorín” en
Los pueblos, o
que Blas Infante recordaba de su niñez. Parece que esta pobreza va
a concentrarse en un solo lugar: la escuela.
Comienza su periplo por el Valle en Pizarra, viajando
desde Málaga. La escuela está en la “Casa de la Villa”
(Ayuntamiento), cerca del calabozo municipal. Bello encuentra en
Pizarra el mismo panorama que luego va a repetir en los demás
pueblos del Valle: pobreza, abandono en los centros escolares y unos
maestros heroicos que, a contracorriente de todas las dificultades,
hacen su trabajo con una enorme vocación. Aparte de la pobreza en la
que se encuentra la escuela –única en el pueblo- hay una
observación sobre el régimen casi feudal en que se haya el pueblo,
pues la práctica totalidad del mismo es propiedad del conde de
Puerto Hermoso; y hasta hace un siglo las casas pagaban censo al
conde, dueño de toda la propiedad, sin embargo, a pesar de todos
estas calamidades –siempre este claroscuro de una visión que no
se resiste a abandonarse al pesimismo-, “la vega es deliciosa”13.
Si en el caso de Álora y Casarabonela destaca la riqueza del pueblo,
en Pizarra observa una población que vive “míseramente” e
incluso nos da el detalle de lo que ganan los jornaleros: de dos a
cuatro pesetas, pero otras veces seis o siete reales.
Bello sale de Pizarra y se dirige a Casarabonela
vadeando el río, ya que el puente está en reparación. Se muestra
muy sensible a los encantos del lugar y los describe con la
maestría de un paisajista. Pero llega a este pueblo con la idea
previa de unos datos terribles: Casarabonela, junto con el pueblo
jiennense de Santiago de la Espada tiene los índices de
analfabetismo más altos de España, 92.20 % y 92.80 %
respectivamente14.
Constituyen, según Bello, “la sede hispánica de la ignorancia
absoluta”15.
Sin embargo, esta sede del iletrismo resulta ser un lugar agradable.
“Imposible encontrar un jardín más bello que el parque natural de
Casarabonela; ningún pueblo ha sabido buscar tan buen
emplazamiento”16.
Llega a la plaza de la Veracruz, que aún existe con ese nombre. Allí
visita al maestro, don José Villegas Mingorance. La escuela, lo que
era frecuente en la época, está en la misma casa del maestro. Las
condiciones materiales del centro educativo, igual que ha
encontrado en Pizarra, son paupérrimas. A pesar de la limpieza con
la que la mantiene el maestro, “¡es tan pobre!, ¡tan humilde! El
techo, de cañas. Si llueve, caen goteras y hay que retirar algunos
pupitres”17.
En la escuela no hay espacio para todos. “¿Cuántos muchachos
cabrán allí? Cuarenta, lo más. Pero hay matriculados ciento dos, y
asisten ochenta”18.
Bello se pregunta por qué esta situación de postración educativa y
el elevado nivel de analfabetismo, qué causas provocan este negro
horizonte de incuria y abandono.
Bello cubre, a continuación, su tercera etapa por el
Valle: visita Álora usando la línea ferroviaria Córdoba-Málaga.
Aquí la descripción del paisaje alcanza un tono poético casi
inigualado en todo el libro. “Muy insensible ha de ser quien no
llegue confortado y tonificado a los naranjales de Álora. Y muy
indiferente quien no vea surgir con extrañeza y con curiosidad la
peña de Álora, rematada en lo alto por los murallones de un
castillo en ruinas, un castillo de endriagos y fantasmas, todo él
enjalbegado de blanco”19.
Igual que en Casarabonela, Bello ve en Álora una ciudad rica. “Álora
se muestra como una villa próspera y rica, digna capital de una
comarca feracísima, con tradición señorial que no le ha impedido
actuar en la vida moderna de los negocios y de la industria”20.
Hace el autor algunas observaciones interesantes sobre el paisaje
urbano de la ciudad: “Calles bien cuidadas, casas amplias, de gran
aspecto, no de estilo rudo y serrano que acabamos de ver en
Casarabonela, sino del tipo malagueño, ya con influjo levantino”21.
Sin embargo, en esta visión amable de la próspera villa, el autor
encuentra, en la plaza, junto a la iglesia, la escuela; ya ahora
la pluma de Bello se tiñe de pesimismo: se trata de un lugar
insalubre y desagradable, en el que los cuatro maestros de pueblo22
sobreviven como pueden. Si en Pizarra la escuela estaba lindante con
la cárcel y en Casarabonela la techumbre de caña dejaba pasar la
lluvia, en Álora un vaho de letrina hace el aire irrespirable. Hace
Bello la triste reflexión de que ese mismo patio, si fuese
propiedad de cualquier vecino, aunque se tratase de uno humilde,
estaría “convertido en un vergel”23;
en cambio, para la escuela tenemos “esas losas rotas, ese piso de
yeso, húmedo o polvoriento, esos escalones desenladrillados”24.
Sale a recibirlo un maestro joven (“pálido, fatigado, con los ojos
brillantes de la fiebre”)25
que informa a Bello de las condiciones insanas en las que trabajan.
Un rato después, observa a los alumnos en la salida. “No he visto
salir en ninguna parte a los niños como en la escuela de Álora.
Parece que pesa sobre ellos y los acobarda la fiebre que brilla en
los ojos del maestro enfermo”26.
Hay, no obstante, un rayo de esperanza al final del artículo. Los
maestros informan al periodista de un proyecto de grupo escolar en el
otro extremo del pueblo, en la zona del Calvario, en unos terrenos
cedidos por médico malagueño D. Sebastián Pérez Subirón. Este
proyecto sería más tarde el grupo escolar “Díaz Lanzac”, donde
estudió el autor de estas líneas hasta 1968 (año en que ya estaba
bastante ruinoso, con vigas de madera sosteniendo algunos muros y
parte de la techumbre) y que luego sería, en construcción nueva,
el Colegio Público “Miguel de Cervantes”, abierto en la
actualidad. Bello da una serie de datos curiosos sobre la ciudad.
Menciona la ermita del Calvario, luego perdida y hoy reconstruida en
otro lugar. Hace una descripción de los cultivos del lugar: la zona
de los “lagares” (Bello usa este topónimo) plantada de
almendros, aunque, dice, había allí olivos antes de la guerra; y en
el valle, naranjos y limoneros, olivos y distintas especies de
frutales. Una última curiosidad: aparece la palabra “perote”
como gentilicio familiar y burlón de los aloreños27.
Pero, a pesar de todas estas curiosidades, que haría del artículo
un capítulo del típico “libro de viajes” con curiosidades
etnográficas, la conclusión es triste. La conclusión, que puede
aplicarse a cualquiera de los tres pueblos visitados, puede resumirse
en esta frase: “¿Quién concibe que en Álora haya estancias
tristes, oscuras, lóbregas y que toda la ruindad, toda la miseria
de la villa se haya concentrado en el lugar que destina a la
educación de sus hijos?”28.
En una palabra: llama la atención del autor el desfase, la gran
contradicción, por un lado, entre un entorno natural, una
economía y hasta unas cualidades humanas propicias para el
desarrollo humano y cultural y, por otro, el abandono en que se
encuentra el primer y fundamental factor de este desarrollo: la
educación. “¿Qué nos falta aquí? –se pregunta en
Casarabonela-. Tendremos una buena mesa, estoy seguro; nos recibirán
gentes amables. Por todas partes descansarán nuestros ojos sobre
cosas gratas –como sea la escuela-“29.
“Hay allí para todo, menos para la escuela”30.
3. Las raíces del problema.
En los artículos citados tenemos una magnífica
descripción de estos pueblos, con un buen cúmulo de datos, algunos
de gran interés. Sin embargo, el objetivo de las visitas de Bello no
es hacer un estudio etnográfico, geográfico o literario, sino que
él mismo nos explica claramente cuál es su pretensión. “Si vengo
a Casarabonela y Álora es precisamente para explicarme esas cifras
[las del analfabetismo]”31.
La respuesta –piensa Bello- no es fácil ni clara. Él mismo
advierte que estaría abierto a cualquier sugerencia que le aclare
este problema: “Si algún día oigo en cualquiera de estos lugares
un razón buena, me alegraré de verdad y la publicaré”32.
No hay, en principio, causas que llamaríamos objetivas para
explicar esta situación de crisis y abandono. No hay una visión
economicista o ambientalista del tema (lo que sería normal en un
hombre de izquierdas de los años 20 y 30), una visión que atribuya
la penuria educativa a las carencias económicas o a un medio
natural sin posibilidades para el desarrollo y la riqueza. Por el
contrario, en Álora, por ejemplo, encuentra una escuela insana y
ruinosa en un pueblo rico en la agricultura, en el que el autor
advierte casas de considerable prestancia, en un paisaje bello y
rico. De forma parecida, en Casarabonela, la belleza de un paisaje
rico y una población alta para la época (4.530 habitantes,
prácticamente el doble del actual33),
van unidos a uno de los porcentajes de analfabetismo más altos de
España. “Pueblos bravíos –dice-, sin desbastar. Pueblos sin
letras, que, a pesar de su inconcebible atraso, viven con holgura y
se defienden bastante bien”34.
No parece, pues, que la incultura sea fruto de la pobreza económica,
más bien ocurre lo contrario. Tampoco hay un causa que llamaríamos
“humana”. No son los habitantes de estos pueblos gente mal dotada
en su ingenio, sino todo lo contrario. Bello habla del “sentido
práctico” 35de
estos hombres para su labores comerciales y agrícolas. La cultura,
la educación, la simple alfabetización no son necesarias para
desenvolverse en la economía rural, en un sistema productivo y de
mercado bastante simple. Además de esta falta de necesidad, la
cultura está carente de prestigio. En Casarabonela sospecha el autor
que algunos de los que saben escribir se declaran en el censo como
analfabetos. “¿Cómo, si la asistencia [a la escuela] es numerosa,
y no de ahora, sino de hace años, hay en Casarabonela tan poca gente
que sepa leer? ¿Es que se les olvida? ¿Tendrán la sinceridad de
confesarlo al llenar las casillas del padrón para el censo? No. Ya
me lo han explicado aquí. Muchos contestaron por capricho que no
sabían leer”36.
La raíz, la causa profunda del analfabetismo es la falta de
conciencia de la necesidad de la cultura y, en última instancia la
falta de prestigio de la cultura y la alfabetización en el mundo
rural.
4.
Conclusiones: una visión objetiva y entrañable.
El
título de este epígrafe pretende resumir la visión que de la
escuela del Valle tiene nuestro autor. Se limita prácticamente a
observar y describir, a poner de manifiesto las patéticas
condiciones materiales y laborales en que se realizaba la labor de
los maestros, que son para él unos héroes de nuestro tiempo. No
entra Bello en los grandes debates educativos, que tan presentes y
tan enconados están en la España de finales del XIX y principios
del XX; debate que se volverá realmente virulento en la época de la
República. Algunos temas se repiten en este largo debate, como la
oposición entre escuela pública y privada o la oposición entre
enseñanza laica o religiosa y la relación del analfabetismo con la
situación de una sociedad atrasada y enquistada en el clasismo
social más rígido, en el caciquismo, en una situación que –como
en el caso de Pizarra- se presenta casi como feudal. A pesar de que,
por su biografía política y por su ideología, Bello se sitúa en
el bando laico y progresista (lo que hoy sería un hombre de
centro-izquierda o socialdemócrata) no hay en él un visión
partidista -y mucho menos, sectaria- del problema educativo, lo que
en su tiempo era muy frecuente, en uno y otro bando. Esta moderación
y falta de sectarismo es una característica frecuente en los
hombres de la Institución Libre de Enseñanza; el mismo Giner
suscitaba simpatías entre derechas e izquierdas y nunca fue hiriente
o radical en sus planteamientos y críticas. Incluso los
institucionalistas que militaban en la izquierda –como Fernando de
los Ríos o Julián Besteiro- eran, en el contexto radicalizado de la
época, hombres moderados. Se limita a constatar las condiciones
materiales de la escuela de su tiempo y a tomar contacto humano y
cordial con los protagonistas de esta penuria, con los maestros. Las
conclusiones de lo expuesto las saca el lector prácticamente por sí
mismo, sin que tenga que mediar casi ningún comentario del autor.
Bien es verdad que el miedo a una censura y a represalias
gubernativas podía ser real en tiempos de la Dictadura de Primo de
Rivera, que vive sus últimos momentos en esta época. Este miedo
podía llevar a que no se haga una crítica abierta o cargada con
tintes políticos. Pero, aparte del miedo a la censura –justificado-
pienso que el talante de Bello es el de un hombre dialogante y
abierto, que huye de las simplificaciones maniqueas y sabe admitir
los méritos del adversario. Esta posición antidogmática se
muestra que, más que responder preguntas o apuntar soluciones,
plantea las preguntas, para que calen en la conciencia del lector:
“¿Por qué no saben leer? ¿Por qué no hacen escuelas?” Bello
no encuentra una respuesta lógica. “Si algún día oigo en
cualquiera de estos lugares una razón buena, me alegraré de verdad
y la publicaré”37.
Pero esta objetividad no se convierte en frialdad; por eso a lo de
“objetivo” uno lo de “entrañable”. Hay una visión humana,
personal, casi poética del problema; visión centrada en los
alumnos, pero de forma especial en los profesores, a los que
conocemos con nombres y apellidos y de los que sabemos las duras
condiciones en las que trabajan. Entre la prosa objetiva y
descriptiva de Bello, en la que se mezclan detalles costumbrista y
paisajísticos que nos recuerdan a Azorín, no puede ocultarse una
veta de simpatía por estos maestros, que trabajan más por la fe y
la vocación que por las ventajas materiales y que son los
auténticos, sufridos y silenciosos héroes de toda esta historia.
Bibliografía
Los textos consultados, y citados en parte, en este
trabajo son los siguientes:
-
Araquistain, Luis: “Homenaje necesario. Por Luis Bello”, en El
Sol (2 marzo 1928).
-
Azaña, Manuel: Diarios.
1932-1933,
Barcelona, Crítica, 1997, introd. de Santos Juliá.
-
Azorín: “Un misionero”, pról. a III vol. de Viaje
por las escuelas de España, Madrid,
Espasa-Calpe, 1927.
-
Barrios, Ángeles y Sánchez, Manuel: El
reinado de Alfonso XIII, vol.
XI de Historia de
España, Madrid,
Espasa-Calpe, 1999.
-
Bello, Luis: Viaje
por las escuelas de Andalucía, Sevilla,
Junta de Andalucía, col “Escuela siglo XX”, ed. de Luis
Escolano Benito.
-
Gil Carretero y Rodríguez Garrido: Causas
y remedios del analfabetismo en España, Madrid,
1955.
-
Jiménez, José F. y Burgos, Manuel: Los
institutos de bachillerato en Málaga, Málaga,
Junta de Andalucía, 1994.
-
Jiménez-Landi, Antonio: La
Institución Libre de Enseñanza, II,
Período
parauniversitario, Madrid,
Taurus, 1987.
-
Luzuriaga, Lorenzo: El
analfabetismo en España, Madrid,
Imprenta Cosano, 1926, 2ª ed. (la 1ª ed. de 1919).
-
Pérez Galán, Maniano: La
enseñanza en la Segunda República, Madrid,
Mondadori, 1988.
-
Soria Medina, Enrique: Andalucía.
Datos para su historia (1900-1979), Sevilla,
Augusto Llorca Fernández, 1980.
-
Tuñón de Lara, Manuel: Medio
siglo de cultura española (1985-1936), Madrid,
Tecnos, 1999.
1 Dicho congreso, que yo sepa, no ha tenido continuidad y ésta fue su última edición.
2
Se podrían aducir muchos textos sobre la preocupación educativa
del regeneracionismo. Sirva éste de ejemplo: “La opinión pública
está convencida íntimamente (...) de que la causa primera de
nuestros desastres no es otra que la falta de cultura nacional, y
que la derrota que hemos sufrido es una consecuencia de nuestra
inferioridad docente, no habiendo por tanto otro remedio para
salvarnos que la educación y la instrucción popular” (Eduardo
Vicente en La España pedagógica [1916], cit. en Ángeles
Barrios y Manuel Sánchez Cortina: El reinado de Alfonso XIII,
vol. XI de la Historia de España, Madrid, Espasa-Calpe,
1999, pág. 142).
3
“En la época de Alfonso XIII hay un gran contraste: un gran
analfabetismo en las masas y unas minorías artísticas y
científicas muy dinámicas, que llevan a hablar de una “edad de
oro” de la cultura española: una España que se abre al
europeísmo y la modernidad y otra que se estanca en formas
sociales arcaicas” (op. cit., pág. 142).
4
Viaje por las escuelas de España, que recoge
artículos publicados anteriormente en el diario madrileño El
Sol, se publicó en 4 vols.: I (Madrid, Magisterio Español,
1926), II (Madrid, Magisterio Español, 1927), III (Madrid,
Espasa-Calpe, 1927), IV (Madrid, Compañía Iberoamericana de
Publicaciones, 1929).
5
Viaje por las escuelas de Andalucía, Sevilla, Junta de
Andalucía, 1998, col. Escuela siglo XXI, ed. de Luis Escolano
Benito (cito en adelanto como Viaje).
6
Cfr. Manuel Tuñón de Lara: Medio siglo de cultura española
(1885-1936), Madrid, Tecnos, 1977.
7
Manuel Azaña: Diarios. 1932-1933, Barcelona, Crítica, 1997,
introd. de Santos Juliá; Bello es citado 18 veces, algunas de
pasada, pero otras con referencias realmente reveladoras, que nos
indican hasta que punto estaba implicado en la política y el
periodismo de la época.
8
Escribe Azaña en anotación al 27 de enero de 1933: “Le digo [a
Fernando de los Ríos] la verdad: que la campaña de Bello no me ha
sido consultada, ni tengo medios para impedirla; que anoche le envié
un recado a Bello, llamándole la atención sobre los peligros de su
polémica” (Diarios, pág. 151).
9
Lorenzo Luzuriaga: El analfabetismo en España, Madrid,
Imprenta Cosano, 1926, 2ª ed. (la 1ª, de 1919). Era el primer
estudio sobre esta materia que se hacía en España con una
pretensión científica y con los métodos del positivismo al uso en
la época.
10
Los textos son: “Pizarra. Casarabonela. Para D. José Alius, que
no es pedagogo”, en El Sol, 2 agosto 1926 (en Viaje,
págs. 145-8); “Elogio de Casarabonela. ¡Tan hermosa, a pesar de
todo!”, en El Sol, 2 agosto 1926 (Ibíd.., págs.
148-152); , ”Álora y sus maestros”, en El Sol, 6 agosto
1926 (Ibíd., págs. 152-5).
11
“De regreso a Málaga. Ministro unas horas, pero sin las
´gacetas´”, en El Sol, 9 agosto 1926 (Ibíd.. págs.
155-8).
12Por
ejemplo, el profesor de instituto de Málaga Juan Velasco Lamas
escribe en La unió mercantil (2 de mayo de 1930) que el
panorama de la educación en la provincia es desesperado, con unas
escuelas hacinadas y con peligros de enfermedades infecciosas y pide
la creación de nuevos colegios, incluso si son “barracones
provisionales” y sacando el dinero, si es necesario, del “capítulo
de calamidades públicas” (citado por José F. Jiménez y Manuel
Burgos en Los institutos de bachillerato en Málaga (1846-1993),
Málaga, Junta de Andalucía, 1994, pág. 66).
13
Viaje, pág. 148.
14
Datos en Luzuriaga, en op. cit.
15
Bello da pormenores de estos datos: en el 73% de analfabetismo que
hay en Málaga y el 92.20 de Casarabonela, la situación de la mujer
es peor; de los 4530 habitantes de este pueblo, sólo saben leer 351
hombre y 165 mujeres. Reconoce, sin embargo que “el censo oficial
[está] sujeto a error como toda obra humana. Pueden verse para los
temas educativos , en un período más amplio, a Enrique Soria
Medina: Andalucía. Datos para su historia (1900-1979),
concretamente el cap. 10 “La enseñanza en Andalucía” (págs.
121-137). Aunque también este autor reconoce que “la primera
dificultad que uno se tropieza al enfrentarse con las estadísticas
educacionales que se conocen sobre el país, es generalmente su
falta de fiabilidad; y aún más que esto, la casi imposibilidad de
establecer una serie de información cronológica [...] últimamente,
las publicaciones de este tipo tienen más rigor metodológico y
permiten estudiar sus series temporales con cierta congruencia”
(pág. 122).
16
Viaje, pág. 149.
17
Viaje, pág. 151.
18
Viaje, pág. 151.
19
Viaje, págs. 152-3.
20
Viaje, pág. 153.
21
Viaje, pág. 153.
22
Como en otras ocasiones, Bello recoge sus nombres: D. Antonio Muñoz,
D. Francisco Vázquez, D. José Mª Muriel y D. José Vargas.
23
Viaje, pág. 154.
24
Viaje, pág. 154.
25
Viaje, pág. 154.
26
Viaje, pág. 154.
27
Viaje, pág. 146.
28
Viaje, pág. 154.
29
Viaje, pág. 149.
30
Las dos citas en Viaje, pág. 155.
31
Viaje, pág. 156.
32
Viaje, pág. 156.
33
Que es, según el último censo, de 2552 habitantes.
34
Viaje, pág. 146.
35
Viaje, pág. 146.
36
Viaje, pág. 151.
37
Viaje, pág. 156.
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