¿Qué
significa “democracia real”? La expresión, que me parece plena
de equívocos y posibilidades, me suscita interrogantes y
reflexiones.
Si la
expresión quiere decir que el ciudadano toma directamente
(realmente) las decisiones del Estado, entonces expresa una
imposibilidad. Precisamente la democracia es el único sistema
político donde la toma de decisiones y sus actos correspondientes
no derivan directamente de una correlación de poder, sino que se
realiza a través de un acto de representatividad que es un acto
convencional y -si se me entiende la expresión- “artificial”. En
la situación predemocrática se produce el acto de gobierno como una
simple acción de poder del poderoso (valga la redundancia) o el apto
frente al gobernado. Aquí el fenómeno político es más “real”,
en el sentido de directo y no convencional. Toda democracia, por el
contrario, tiene algo de virtual. Y este carácter, al contrario de
lo que pueda parecer a simple vista, no supone un retroceso, sino un
avance en la larga marcha de la barbarie a la civilización. Entre
el señor feudal que castiga al siervo de la gleba con latigazos por
un delito (pongamos) de robo, hasta nuestro complicado, formalista y
ciertamente imperfecto sistema judicial, con todas sus taras y
tardanzas, se ha transcurrido de lo directo y real a lo virtual;
pero también de lo despiadado a lo mediana y aceptablemente humano.
Por todo
esto, cuando se habla de democracia “real” o democracia “directa”
me parece que nos deslizamos por una pendiente cuyo final
desconocemos y en cuyo áspero trayecto podemos dejarnos más de un
trozo de piel. Yo creo que la gente más bien quiere decir con lo que
dice “democracia moral”. Esta moralidad puede entenderse en dos
sentidos: a) un sistema donde los procesos del Estado respondan a
conductas individuales virtuosas y donde haya una normativa que
controle y sancione las desviaciones de esta norma. b) Un sistema que
genere justicia y bienestar para sus miembros. Cada uno de estos
puntos es distinto. Es cuanto al a), tengo que decir que la
democracia por sí misma no puede general virtud, ya que ésta
depende de otros factores (morales, religiosos…) y se mueve en otro
ámbito. Se puede ser demócrata y mala persona, por decirlo de una
forma simple. Lo que sí tiene -y debe- hacer el sistema es
establecer un marco legal de control, corrección y sanción. En el
punto b), entramos en un ámbito hasta ahora no mencionado: la
economía. Para que haya justicia debe haber riqueza (no puede
repartirse la nada) y para que haya riqueza tienen que darse una
serie de condiciones objetivas que, desde la revolución industrial
de finales del XVIII hasta hoy, son parecidas: libertad de mercado,
respeto a la propiedad privada, seguridad jurídica que garantice una
competencia limpia, estabilidad política, espíritu de innovación
y cambio. La riqueza no es un recurso natural, como la lluvia o el
viento, sino creación humana (ese tercer “mundo” del que habla
Popper, que se une a los clásicos de Materia y Espíritu), que sólo
se da en ciertas condiciones, una de las cuales (no la única) puede
ser el sistema democrático.
Después de
lo dicho, descubrimos que debajo de la expresión “democracia
real” termina habiendo, a fin de cuentas, un cúmulo de buenas
intenciones, una pretensión de mejorar el sistema y depurarlo de sus
imperfecciones. Esto es: un impulso de mero reformismo; todo lo
contrario de una revolución.