Pretendió conocer una señora,
de su galán, la dote que escondía,
por insano placer, por ver ahora
lo que, en breve, de catar habría.
Descorrido el velo del misterio,
salió a la luz tamaña maquinaria,
portento de natura, gatuperio
de hechuras, sin duda, estrafalarias,
que sumióse la dama en un arrobo
de éxtasis y espanto. Alucinada
(oh visión terrible, mas hermosa),
exclamó la señora de este modo:
si traspasa mi ser tamaña daga,
¡oh cielos, muerta soy, pero dichosa!