Ante este estruendo de tantán selvático y alcohol,
ante este rito telúrico de carnes sudorosas
y luces que cortan la noche como fechas,
forense invertido, certifico
que Dioniso
no ha muerto: veinte siglos
de Cruz y silogismos no han sido suficientes
para apagar su fiebre de
sátiro y enterrarlo del todo.
(Lúcido y burlón, desde
su tumba,
sonríe el viejo
Nietzsche.)