sábado, 15 de agosto de 2009

Déjà vu

[Erza Pound]


Todo lo que yo pueda escribir
duerme en algún legajo
la siesta de los siglos,
esperando
la mano manchada de tinta
que venga a plagiarlo.
Todo lo que yo pueda escribir,
en el Parnaso
donde no hay tiempo, lo glosa
Menéndez y Pelayo,
Borges lo cita, Cervantes lo parodia
y al chino lo traduce Erza Pound.

Polvo enamorado


Al fondo de tus ojos un misterio
con forma de negra laguna me subyuga.
Tiendo hacia él como él suicida
tiende hacia el abismo. No detiene
mi fatal empeño la certeza
de que amor y muerte se entreveran
en una misma trama de deseos

Beatriz


Suave como el vuelo de una abeja.
El sonido de los labios que susurran.
La mano y otra vez el tacto ausente.
Ciégame la luz de sus pupilas.
Quédanse huecas las palabras.
Blanda espuma confundida con la carne.
Amor mi mosse, che mi fa parlare.
Miro el silencio y me rindo a su evidencia.

El otro

Estás aquí: dentro de mí mismo.
Espacio y tiempo nacen en tus manos.
La luz se transustancia en tu mirada.
La realidad se viste con tu sombra
y el mundo late al ritmo de tus venas.

Sólo tú eres. Ni yo mismo existo.

Sexo

Porque tierra y carne fueron
una sola materia primigenia
en los remotos orígenes del caos,
la llamada de la carne es oscura y mecánica.
Refugio y descanso. Apenas
una hendidura oscura que oculta su belleza
de miembro amputado. Fuera
la intemperie del cosmos nos aguarda.

Oración por Kurt Cobain


Para mi hija Cristina

Tu cara de niño triste y mal criado
(no sé porque todos los niños tristes
tienen los ojos azules y son rubios),
tu voz de huraño animal doméstico
al que alguien le pisó la cola
me hacen sospechar, pequeño Kurt, que nunca
tocaste la fibra última de la ternura
y que los goces de la vida te llegaron
como tábanos que pican en desorden.
Fama, drogas, amor; todo ese Nirvana
estridente de vinilo y humo no te hicieron
feliz, ni siquiera indiferente.

Ahora, que estás en la otra orilla
y que tu cuerpo es un piedra silenciosa,
me pregunto, pequeño Kurt, si alguien,
alguna vez,
conmovido por tu desgracia, habrá elevado
por ti, siquiera una pequeña plegaria.

Oh Señor, que en tu profundo seno
recoges todos los secretos fracasos del hombre
y acumulas, como un inmenso hospital,
el hedor de nuestras heridas infectadas,
sólo Tú comprendes
a la prostituta, al drogadicto y al suicida,
sólo Tú conoces la fibra íntima,
el atisbo de inocencia no perdida
de quien se revuelve en el fango del mal y el sinsentido.

Sóló Tú puedes entender que el pobre Kurt,
perdido en el abismo, no encontrara
más que su propia cara resacosa en el espejo
y un poco de placer recogido en migajas,
triste regusto a sexo, a saliva, a fría nicotina.

Porque sus ojos eran ciegos a tu Gracia,
debes darle, Señor, la luz ahora.
La luz y el silencio. Se merece
este inocente niño un poco de tu paz.
Acúnalo, Señor, en tus maternos brazos.

viernes, 14 de agosto de 2009

Roca viva (Desfiladero de los Gaitanes)

Quizá -seguro- en un remoto y geológico pasado estas dos mitades de la hendidura era una sola masa tranquila, unidad primigenia en un mundo ya perdido, inocencia del origen. El lento goteo del tiempo, un parsimonioso rumor de fuerzas subterráneas, como hormigas pacientes, fue abriendo esta hendidura contundente y dura, escultórica. Cicatriz de la montaña por donde la vista se desparrama hacia el vacío horizonte. Por donde la luz como sangre se abre camino entre dos angosturas como senos. Enorme máquina para la pequeñez del hombre o del pájaro, pero -en el fondo- genital y casi humana. Vida de latido espaciado, pero de sonido claro. No hay duda: están vivas las rocas; como los astros y las libélulas; como las lombrices y las manzanas. Están vivas y nos enseñan esta doble lección: la profundidad del tiempo, la pequeñez del hombre.