Cierta ironía que observo en tu cabeza erguida,
recién salida de la concha después del sueño,
es la lejanía con que el sabio mira a las hormigas,
la lentitud de quien sabe la muerte congelada.
Por todo alimento, una ración de insectos diminutos,
y un estrecho horizonte de orillas fangosas.
Entre el agua y la piedra transcurre tu existencia,
que envidio de entre todas las de los seres terráqueos.
Pienso: si la dicha existiese, esto sería,
oh estoico amigo, Diógenes acuático.
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