lunes, 18 de junio de 2012

Paraíso encontrado



Plúmbea canícula inmisericorde,
régula sin mácula,
espléndido pináculo, orificio
ciego, exfoliación suprema.
La órfica piel sus grietas entreabre
-ave que surca incomprendida
el cielo y sus quietudes,
pétalo que surge en floresta emergente-
y muestra su misterio
de naranjas amargas  y larvas pululantes.
Oh hojas de un Edén nunca perdido,
obra y broma pesada de los dioses;
oh inocencia, desorden del deseo,
búsqueda de un centro genital y absoluto:
matemático fuego. Dejadme que prefiera,
dándome Fortuna a elegir atributos,
la hiperbórea belleza de las uñas enanas,
de los púbicos vellos en la sábana absueltos;
y que espere la mano sanadora y amiga
-la misma que ocultase a Eva sus retoños
y las parras deshojase de este huerto-
que me lleve hasta el limbo del venusino seno.

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