viernes, 14 de agosto de 2009

Vino


Durante siglos y estaciones la tierra pacientemente concentró su fuerza telúrica, alimentada por mil soles y mil lluvias. Luego vino el milagro (la semilla) y lo mineral se convierte en vegetal. Nace así de la áspera cepa la pulpa roja. De la tierra a vino. Del oscuro recinto de las raíces y el humus al luminoso reino de la luz, el color y la vida.

Estado natural

Publicado en www.aeca.net
Me siento tranquilamente a tomarme un café y un pastel en una cafetería de unos grandes almacenes. Al mismo tiempo aprovecho para leer el periódico. Cuando elegí la mesa no me percaté de que a la izquierda se sentaba una familia con un niño pequeño (3, 4 años). El niño se movía con libertad en torno a mi mesa y, de vez en cuando, la rozaba, con el correspondiente bailoteo de tazas y objetos. Eso hacía que mi lectura del periódico fuera sobresaltada y fragmentaria. Cada vez que veía al niño de acercarse temía lo peor. Pero, más adelante me di cuenta que también a mi izquierda había otra tierna criatura de parecida edad con ganas de juego. Esta fue más directa en su ataque y me dio un envite tal, que la taza del café se derramó en parte y los objetos que estaban en la mesa sufrieron una especie de amago de terremoto. Por fin me atreví a proferir una advertencia (más bien un ruego) al travieso infante: Nene, ten cuidado.
Lo más curioso del caso es que las respectivas familias, en las que sólo había mujeres (perdónenme mis amigas feministas, pero es así), que debían ser sus madres y abuelas y las amigas de la familia, no se inmutaron en ningún momento de la batalla. No miraron a los niños, sin les advirtieron, ni mucho menos les regañaron. Siguieron con su charla y su café como si aquello fuera un asunto que transcurría en el planeta Marte.

Por tomarme la vida con filosofía, lo cual puede llegar a ser una deformación profesional, y no alterar mi tensión arterial ya un poco alta por la dieta desequilibrada que arrastro, en lugar de enzarzarme en una discusión con las señoras, me acordé de las teoría educativas y filosóficas de Rousseau, que allí estaban tendiendo una aplicación práctica tres siglos después.
El pensador francés, como se sabe, uno de los ideólogos e inspiradores de la Ilustración, afirmaba que el hombre es bueno en su estado natural primitivo y que es la sociedad, con sus convencionalismos y trabas artificiales, quien lo echa a perder. De ahí provienen las teorías del “buen salvaje” y su aplicación práctica en el mundo educativo. Hay que dejar al niño que haga lo que quiera; es un contrasentido limitarlo con nuestras convencionales normas. Al imponerles pautas de conducta, estamos limitando su espontaneidad, su creatividad natural. Estamos imponiendo un sistema de valores que es convencional y antinatural. Ya irá aprendiendo solo. Y si, por ejemplo, le tira el café a este señor calvo que lee el periódico, ya aprehenderá por si solo las consecuencias negativas que esto conlleva. Además, si no, este señor pide otro café y tan tranquilos.
Las teorías de Rousseau tuvieron una larga influencia tanto en la filosofía como en la pedagogía (la llamada “pedagogía libertaria” le debe mucho) y llegaron hasta el famoso experimento de la escuela inglesa de Summerhill. Su aplicación, aunque sea inconsciente, en una generación de tiernos infantes hispanos tendrá sus consecuencias.
Lo que no podía sospechar el buen francés es que en, en los comienzos del siglo XXI sus teoría del “estado natural” se llevarían a la práctica, como diría el tópico periodístico, en vivo y en directo.

domingo, 9 de agosto de 2009

Oración de las minucias

En www.ellibrepensador.com

Tú que has creado Todo de la Nada
y riges las órbitas de los astros con tu mano celeste
y compones las notas del canto de los pájaros,
cómo puedes ocuparte de lo que a mí me ocupa,
pequeñas minucias que no sé si te alcanzan.
Que mi hijo apruebe la pendiente.
Que este lunar no sea nada malo.
Que mi padre sane de su infarto y vuelva a casa.
Que no me suban mucho la hipoteca.
Que el trabajo no falte (ni tampoco sobre).
¡Cuántas cosas pequeñas para alguien tan grande!
Perdona, Señor, nuestras minucias
como también nosotros perdonamos
al amigoque nos llama a la hora de la siesta
o al que cuenta por enésima vez su mili o al que narra
sus achaques con profusión de datos clínicos.
Todos son tu Imagen viva; y se merecen
el perdón, pero no sé
por qué tuviste que hacerlos tan latosos.
Tú, Señor, que tienes el copyright
de este extraño invento con alma, no te olvides
de que las minucias son para nosotros
lo que más importa, aunque parezcan,
a tu grandeza, un poco impertinentes.
Son el pobre barro del que está hecha esta vasija;
y Tú, el autor de la ocurrencia,
algo tendrás que ver en este asunto.

jueves, 6 de agosto de 2009

La hucha

Publicado en www.aeca.net


Hay cosas que, por diversos motivos, van desapareciendo de nuestras vidas y se convierten en objeto de olvido o de nostalgia. Por ejemplo, los escarabajos, las peonzas, los botijos y las huchas. ¿Por qué ocurre esto, por que, de pronto dejan de sernos útiles y se pierden? El motivo no es caprichoso. Existen razones ocultas que nos hablan de nuestros gustos, de los hábitos culturales, de las expectativas. En el fondo la desaparición de estos objetos nos da pistas del pulso sociológico y moral de nuestra sociedad.

Me centraré en el último objeto citado, la hucha. Los que tenga algo más de la cuarentena recordarán que era un objeto cotidiano y frecuente, sobre todo para el uso de los niños. Cada cual tenía una para ir ahorrando las pesetillas (y fracciones de pesetas) que se iban cogiendo. La había de muchos formatos: de lata, la que tenía forma de cerdito, la que eran de cerámica y se rompían al final del proceso. Los bancos y cajas de ahorros aprovechaban esta costumbre, regalando huchas, que ellos mismos abrían para engrosar la “libreta” del niño ahorrador.

Pero todo esto pertenece al pasado. ¿Por qué? ¿Por qué el ahorro deja de verse como una virtud y, por tanto, deja de ser un hábito deseable y valorado socialmente? Apunto varias razones.

La primera, porque confiamos en que el Estado nos lo resolverá todo en un momento dado. La creencia del hombre antiguo en un Ser trascendente o en una Providencia que movía los hilos de su vida, se sustituye por la creencia en el Estado, del que esperamos que provea en los momentos de dificultad, cuando falta la salud, cuando nos vemos sin trabajo, cuando necesitamos cualquier servicio, subvención o ayuda. ¿Para qué ahorrar si se nos garantiza unos “servicios mínimos” de calidad de vida desde la cuna a la sepultura?

La segunda causa es la intensificación de lo que yo llamaría un sentido hedonista de la vida y la creencia en que la rueda de la Fortuna puede cambiar en cualquier momento su dirección. Hay que disfrutar el hoy y no hacer demasiados planes para el futuro. Un futuro que ni siquiera sabemos si existirá. Metidos en esta vorágine, en esta prisa por consumir y disfrutar, el ahorro es un puro contrasentido.

Esto, que parece un mero cambio de costumbres, transforma profundamente la realidad económica y hace difícil no sólo el ahorro sino cualquier proyecto económico a medio plazo que suponga un esfuerzo sostenido, Invertir esta situación supondría pasar de la mentalidad confiada (en el Estado) y hedonista a una más previsora y dispuesta al sacrificio. Cambiar de costumbres, de valores… ¡Qué difícil!

miércoles, 5 de agosto de 2009

Juan Duarte Martín


Iglesia de la Encarnación
Yunquera (Málaga) , 5 agosto 2009

La sangre el desierto riega,
triste y frío. Su espesura
de abono feraz anega
con su luz la tierra oscura.

Oscura y seca. El vacío
del odio helado, del frío
se derrite en su calor.

Panal derramado, mana
el corazón miel humana:
dulce savia del amor.

martes, 4 de agosto de 2009

Naufragio

Publicado en Robador de Europa (Revista de la Universidad de Málaga), nº 3

¡Qué horror! Si no hay Dios no hay nada. Por unos instantes (como si me detuviera de respirar) miro un mundo vacío de Dios, tal como existe para un gran número de seres humanos. El vetusto caserón levanta entonces bruscamente, por encima de la nada, su rostro ciego y lleno de salitre. Y esos biombos, esos cofres y esos jarros son restos de un naufragio oscuro que nadie recuerda ya. Son como los fósiles de las épocas anteriores a la humanidad.

François Mauriac

Nuevas memorias interiores

¿Quién desató la ardiente cólera imperial?¿Quién trajo al ejército con sus tambores y sus timbales?Los reyes bárbaros. Una grácil primavera se convirtió en otoño sediento de sangre,un torbellino de guerreros se extendió por el reino medio,trescientos sesenta millares, y pena, una pena como la lluvia.

Ezra Pound

Lamento del guardián de la frontera


Mientras naufrago tranquilamente, en esta noche,
aquí sentado en mi sillón favorito; mientras espero
la inminente llegada de los bárbaros,
que odian la retórica y los largos discursos,
qué lujo subrayar un poema de Eliot
con mi bolígrafo de plata,
antiguo regalo de un olvidado deudo.
Let us go, trough certain
Half-deserted streets.
Vámonos. Dejemos la puerta cerrada.
La decadencia es un lento ocaso indoloro.
Llegará como una pequeña catástrofe
sin apenas estruendo, sin aviso.
La decadencia tiene cara de ángel sátiro y hambriento
con manos burdas que no saben
tocar la lira o ajustar un tropo.
El mundo se hunde, Señora, y no sabemos
si salvar antes el cofre de las joyas
o aquella primera edición de Dante, tan preciada
por sus antepasados florentinos,
los que coleccionaban incunables y plumas de avestruz.
Todas estas naderías son cosas que heredé de mi abuela
y que guardo al recaudo de las voraces hormigas.
Lujos superfluos sin realidad ni fondo.
Ya te dije que tomé lecciones de francés este verano,
aunque no termina de gustarme como digo
a Valéry, tan oscuro que no acabo
de entender su Cimitière,quizá
la próxima temporada concluya la tarea.
¡Es tan escrupuloso el puñetero galo
que no puede escribir sin los gemelos de oro
y la corbata ajustada hasta la nuez!
Señora, déjeme besar su mano como una flor simbólica,
con una ligera inclinación de cabeza,
al uso de la antigua Monarquía Hispánica,
antes que lleguen los bárbaros y rompan
nuestro último icono para hacer fuego.
¿A quién se le ocurre escribir esta simpleza?
Ce toit tranquile, où marchent des colombes.
Las palomas se escaparán sin que nadie las cace
y soltarán sus excrementos encima de algún busto.
El arte. El arte. No sirve para nada.
Me gustaría, Madame, besar suavemente sus labios,
si no tiene otros compromisos más urgentes,
antes que la tarde caiga del todo y oscurezca.
Quiero llevarme del naufragio ese sabor a realidad,
a carne viva traspasada de venas. Que lo sepan:
no todo fue espejismo en nuestro mundo.
Sus labios han dejado
escapar tantas palabras dulces
que sería profanación cerrarlos al silencio.
Si fuese invierno, incluso agradaría
este fuego. No hace falta atizarlo. Puede usted,
sin embargo, arrojar algún oscuro manuscrito,
de esos de tinta vieja y color apolillado,
o cualquiera de esas estatuillas que adornan la estantería,
y hará una buena obra de limpieza
al tiempo que, desinteresadamente,
contribuye al holocausto como buen ciudadano.
No olvide, después, no llamar a los bomberos,
pues hace tiempo que se extinguieron como especie.
Señora, beso sus pies, que son sus miembros
más humildes y (ruego perdone la osadía) más eróticos.
Me ruboriza pensar en sus pies desnudos,
bajados del tacón de aguja como de un pódium,
caminando delicadamente sobre una alfombra roja
de largo pelo acariciante.
¡Qué blanca armonía de vals inaudible¡
Oigo, por fin, a Mozart: suena
como un tan-tan lejano.
Alguna extraña tribu se habrá apropiado de su flauta.
Misterio. Estoy perdido
en cuestión de primitivos y sus gustos
musicales. Habrá que consultar
el grueso tomo de la Antropología de Lévi-Strauss,
ése que está en la esquina del estante y creía perdido.
Mas me temo que bien poco aclarará.
La música me trae un mal augurio
que ya sospechábamos. Oráculos
no han faltado en los últimos siglos, pero ahora
es firme. El agua llega al cuello
con cariz de naufragio irreversible.
Podríamos, quizá, terminar la fiesta con un baile,
puesto que no importa ya ensuciar la alfombra roja,
pero me temo que este monótono tan-tan mozartiano
no es lo más adecuado para el minué que la ocasión requiere.
El sonido es cada vez más fuerte y se aproxima
como una manada de ciegos elefantes.
Los oigo aquí, debajo de mi mesa.
Esta invasión terrible e importuna
de contrarios sucesos nos espera.
Nos queda poco tiempo.
Sospecho que no podré, Señora, concluir
mi rosario de requiebros ya iniciado.
Quizá otra ocasión más sosegada
nos depare el futuro.
Un corazón latiendo a borbotones.
El arte. El arte. No sirve para nada.

lunes, 3 de agosto de 2009

El bus ateo: un mundo al revés

Publicado en Diócesis (Bolentín del obispado de Málaga), nº 618 agosto 2009


"Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida”. Esto es, se postula la libertad concebida como una ausencia de ataduras y limitaciones, el desarrollo del sentido lúdico del vida. La libertad se justifica a sí misma. No necesita un fundamento ético o axiológico; y, mucho menos, trascendente. Nadie como Nietzsche ha sacado a la luz el sentido trágico que hay en el fondo de esta arriesgada actitud.
La opción contraria sería la expresada por una frase de Jesús, que también tiene fuerza de eslogan: “La verdad os hará libres”. O sea: el actuar humano no es un puro elegir por azar o capricho, sino que tiene que estar fundamentado en la verdad y, en el fondo, en una instancia trascendente que le da sentido.
Más que teísmo o ateísmo, aquí enfrentamos dos formas de concebir el acontecer humano: la acción que se justifica sí misma en su propio devenir y la que pretende ser un reflejo de valores fundantes.
El eslogan que resume la cosmovisión cristiana nos conduce a un existencia dura, porque la verdad tiene sus exigencias y la libertad no puede andar a su capricho. Dura, pero satisfactoria, porque la verdad no es imposición que limita y constriñe la libertad, sino soplo que la impulsa, savia que la vivifica. Libertad que, en su desarrollo, se convierte en alegría y felicidad.
Por el contrario, este “haz lo que quieras” sin fundamento convierte la libertad en una fuerza indeterminada que sólo da cuentas a sí misma. Los actos humanos, sin vinculación moral, pierden sentido y dirección. Y soy más modesto: no hablo ya de un sentido trascendente, o religioso, sino simplemente de una raíz moral que vincule a los actos humanos.
Frente a “La verdad os hará libres” el “Sé libre, pues no hay verdad”. Un mundo basado en la ausencia de fundamento. Un efecto sin causa. Un mundo al revés.