Murciélago perdido,
tu voz, en el vacío
del cosmos inmenso,
no es voz,
sino eco.
Bitácora de Tomás Salas con textos de varia lección y comentarios de amigos y amables curiosos.
Quiero hablar de ti como si nada,
como si nada más hubiese en el planeta,
como si nada y todo fuese la mirada
con que lo miro todo, con que aquieta
mi alma el torrente de la vida
y seca las lágrimas de modo
que bálsamo
son de mis heridas.
Quiero hablar de ti como si todo.
Y callarme
para siempre, luego.
Que siempre y
nunca son el mismo cuento,
como callar y hablar: lo digo y niego,
lo ignoro y lo sé, pero lo siento.
Sabes que un día
será el último que
subas
estas escaleras.
Ahora que lo haces,
debieras dar al gesto
un no sé qué de rito
-y no esta rutinaria
y prosaica prisa
por llegar arriba.
Ante este estruendo de tantán selvático y alcohol,
ante este rito telúrico de carnes sudorosas
y luces que cortan la noche como fechas,
forense invertido, certifico
que Dioniso
no ha muerto: veinte siglos
de Cruz y silogismos no han sido suficientes
para apagar su fiebre de
sátiro y enterrarlo del todo.
(Lúcido y burlón, desde
su tumba,
sonríe el viejo
Nietzsche.)
Pretendió conocer una señora,
de su galán, la dote que escondía,
por insano placer, por ver ahora
lo que, en breve, de catar habría.
Descorrido el velo del misterio,
salió a la luz tamaña maquinaria,
portento de natura, gatuperio
de hechuras, sin duda, estrafalarias,
que sumióse la dama en un arrobo
de éxtasis y espanto. Alucinada
(oh visión terrible, mas hermosa),
exclamó la señora de este modo:
si traspasa mi ser tamaña daga,
¡oh cielos, muerta soy, pero dichosa!
El gran escritor italiano vivió la última etapa de su vida como un verdadero apasionado de la Vida y del Espíritu:
No usar adjetivos sensitivos
ni verbos en primera persona.
No mostrar
sentimientos, como suelen
los influencers y los pobres románticos.
(Si alguno se permite,
que sea la ironía.)
Nunca citar a un
escritor que haya vendido
más de 10 ejemplares.
Considerar a los
lectores -sobre todo a los propios-
como a un atajo de
ilusos: lo que son.
Saber que incluso la
Vanguardia
acaba en Academia y
tesis doctoral.
Dejar que la palabra fluya con su hiel
y su áspera dicha, sin retóricas.
Esperar que mi obra asome al fin
(a esto llaman posteridad los entendidos.)
en alguna librería de viejo polvorienta
o en el
contenedor del reciclado de papel.
Todas estas cosas
-y algunas que me callo-
son las que me impongo para ser
un poeta maldito.
La muerte es un gesto difícil.
Tantas veces lo
ensayaste delante del espejo
y, sin embargo, ahora
no recuerdas
ni el color del traje
escogido para el trance.
Escribo ensayos tristes y poemas sonámbulos.
El abejorro vuela rozando las arañas.
Margarita sin pétalos. Páginas sin sombra
y un enjambre de moscas familiares.
Escribo por no tener otra cosa para el tiempo.
Papeles manchados de tinta violeta.
Hormigas que tropiezan con ardor gongorino.
Escribo con la pluma oxidada de polvo.
La sangre de los siglos, coagulada,
nunca será latido, sino letra.
Ensarto las
palabras en con el hilo y la aguja
antes que el scriptorium se invada
de polillas.
Cansar,
me cansa la vida sobre el hombro.
Pesar, me pesan las
horas y los huesos.
Vivir, vivo y no salgo
de mi asombro
de seguir latiendo a
medias con mi cuerpo.
Morir, muero y el caso
es que me río
de que esta lotería de
la muerte
venga a tocarme a mí (precisamente,
habiendo tantos muertos), que estoy vivo.
Artículo publicado en la revista Nazareno de las Torres (2022)
En las postrimerías del
siglo XIX y primeras décadas del XX, se va agudizando la tensión entre la Iglesia católica y
aquellas fuerzas que desean disminuir su influencia en la sociedad española.
Este movimiento, a finales del XIX, está impulsado por fuerzas liberales y la
izquierda burguesa. En las primeras décadas del XX el anticatolicismo se hace
más radical con los movimientos políticos obreristas. La Iglesia aborda la
“cuestión social” y en 1891, en el quicio de ambos siglos, publica León XIII el
texto fundante en esta línea, su Rerum
Novarum. En este contexto de lucha cultural, llega un momento en que la
jerarquía eclesiástica se da cuenta de que no basta con condenar y anatemizar las
publicaciones contrarias, sino que hay que
pasar a la acción y bajar a la arena de la lucha de las ideas.
En el contexto de la
diócesis de Málaga, destacamos, dentro de la preocupación social, la atención a
las zonas rurales, tan aisladas y precarias en estos tiempos; la publicación de
la Hojita coincide con el obispo D. Manuel González, un obispo con viva sensibilidad en este terreno. El
profesor Elías de Mateo (“La prensa católica en Málaga durante la Restauración”[1]) destaca la pujanza de la prensa confesional
en este tiempo y hace un cómputo de más de 20 publicaciones católicas en en Málaga, si bien algunas sumamente efímeras.
Entre ellas, las hojitas parroquiales
suponen un fenómeno novedoso.
La Hojita Parroquial de Álora fue una publicación modesta que se concibe,
desde sus inicios como un medio de comunicarse con la comunidad parroquial y un
instrumento de evangelización, circunscribiéndose al ámbito local. Se publica
con carácter quincenal. Su formato era el de un pequeño folleto de 4 páginas y
su tirada llega a alcanzar la respetable cifra de 1300 ejemplares, llegando a
las demás parroquias del Arciprestazgo e incluso a la colonia de perotes que
vivían en Argentina. El primer número se publica el 1 de noviembre de 1912. El
párroco y fundador de la publicación, D. Manuel Domínguez Naranjo plantea la hojita como una prolongación de la
labor parroquial: “noticias
de su Parroquia, enseñanzas del Evangelio, recuerdos del Catecismo. Recibidla sin prevenciones;
ella pretende ser el lazo de unión
entre todos los feligreses”. Don Manuel
pretende que, así, este mensaje evangelizador llegue a los que no quieren o no
pueden asistir a la iglesia. No se trata, pues, de un periódico atento a la
actualidad inmediata, aunque sí va a recoger lo datos de la parroquia y el pueblo:
fallecimientos, nacimientos, bodas, bautizos, celebraciones y cultos… Mención
aparte merecen los Apuntes históricos
de D. Antonio Bootello Morales, publicados en 431 números de la revista desde
1912 hasta 1930, y que constituyen el primer intento de un esbozo histórico de
la villa malagueña; forman un texto independiente, que se ha usado y
citado mucho por los investigadores
posteriores, pero que está pendiente de
publicación.
Se publica la Hojita
hasta mayo de 1931, recién entrada España en el nuevo régimen republicano,
momento de duro anticlericalismo en Málaga, con la famosa “Quema de conventos”
y la dramática huida del obispo entre
las llamas de su palacio y la agresividad de las turbas.
Un dato importante es que esta hojita se adelanta casi una
década a las demás en la provincia. En 1921 ve la luz la de los Santos Mártires
de Málaga; siguen San Juan de Vélez (1921), San Patricio (1924), San Sebastián
de Antequera (1927). No es casual que el D. Manuel Domínguez pasa de Álora a
los Mártires, lo que demuestra que este sacerdote es quien tiene la iniciativa
de este proyecto. No se le ha olvidado en su parroquia de Álora, porque la Hojita, en su nº 341 (15 de febrero 1927), se hace eco de su
fallecimiento con una necrológica plena
de gratitud.
La Hojita Parroquial de
Álora, dentro de su modestia, es la muestra de un momento pujante de la prensa
católica, que hay que comprender en el marco de una Iglesia que necesita
proyectarse en la sociedad en competencia con las fuerzas enemigas, y una iniciativa pionera en su género; además
de la obra de un sacerdote ejemplar, de un gran nivel espiritual e intelectual.
Escribe el citado profesor de Mateo: “Nadie casi con
seguridad, ha considerado hasta ahora la importancia, más para el estudio de
las prácticas y creencias religiosas que, como medio de comunicación, poseen
las Hojas Parroquiales[2]”. Queden
estas palabras como incentivo para futuros lectores y estudiosos.