jueves, 31 de diciembre de 2009

Josep Pla


Siempre cultivó su imagen de payés ilustrado y leído. Era todo lo contrario: un intectual cosmopolita y escéptico disfrazado de payés. Un Montaigne con boina.

lunes, 21 de diciembre de 2009

¡Queremos obispos nacionalitas!

¡Volem bisbes catalans! ¡Queremos obispos catalanes! Ese era el famoso grito de los católicos (?) catalanes que protestaban contra el nombramiento, como obispo de Barcelona, de don Marcelo González Martín, el que luego fuera cardenal de Toledo (primado de España, según un título más protocolario que efectivo). Don Marcelo venía de tierras castellanas y no hablaba catalán; tuvo que pasar un auténtico calvario en su paso por Barcelona. Ahora el ha tocado el turno a monseñor José Ignacio Munilla. En este caso no pueden decir ¡Queremos obispos vascos!, porque monseñor Munilla es vasco de nacimiento y raíces familiares, habla eusquera y ha sido párroco en la guipuzcoana Zumárraga. No se le puede rechazar, por tanto, por razones étnico-culturales. Son, por el contrario, razones ideológicas. Está claro que monseñor Munilla no está en la línea de condescendencia y comprensión del mundo nacionalista en la que estaban sus predecesores. Los fieles guipuzcoanos que han redactado un retórico documento, mezclando aleatoriamente los tópicos de la progresía clerical con ideas del Concilio Vaticano II, se lo podía haber ahorrado y haberlo sustituido por este eslogan, más claro, sencillo y contundente: ¡Queremos obispos nacionalistas!

En el fondo de esta actitud, como de todas las actitudes de los nacionalistas, hay un conflicto de difícil solución. El conflicto, más que meramente político, es ideológico y moral y afecta a valores y creencias. Dicho en pocas palabras, se formularía así: el nacionalismo tiene una gran dificultad (se diría, en sus propios términos, que un dificultad genética), para metabolizar el pensamiento ilustrado que deriva en el sistema liberal-democrático. Los nacionalistas pueden ser (seguramente los serán en su mayoría) buenas personas y ciudadanos normales que cumplen con las leyes, como la gran mayoría de los españoles. Eso nadie lo duda. Tampoco es que se manifiesten explícitamente en contra de la democracia y sus instituciones. Es que se sitúan fuera del pensamiento democrático como paradigma general. Lo primero es que no entienden el carácter abstracto y genérico de la idea de ciudadanía. Un ciudadano vasco no tiene que ser nacionalista, ni sustentar una cultura tradicional vasca (o catalana o extremeña). El Estado se erige como ente cultural y religiosamente neutral para administrar y proteger a sus ciudadanos. Ese es el sentido del Estado liberal. Cuando hablamos de cultura, identidad u otros conceptos parecidos nos referimos a la sociedad civil, a los ciudadanos libremente asociados o individualmente considerados. El Estado, la comunidad política no puede identificarse exclusivamente con ninguna forma cultural, ideológica o religiosa, sino que establece una especie de arbitraje entre las distintas realidades sociales. Los firmantes de este manifiesto establecen la ecuación nacionalista = vasco. Y es más: no comprenden que la Iglesia, como institución privada, aunque de proyección pública indudable, de la sociedad civil tiene sus propias normas, su funcionamiento particular que no se identifica con lo estatal. Es la “autonomía de las realidades temporales” de la que habla el Concilio Vaticano II. No es la “Iglesia vasca”, sino la “Iglesia” en el País Vasco. Desde un punto de vista católico no existe la “Iglesia vasca” ni la “Iglesia española” ni la “Iglesia húngara”. Es una institución que tiene sus propias normas de funcionamiento, con las que se puede estar o no de acuerdo pero donde, por otra parte, no se obliga a nadie a permanecer contra su voluntad.

Para el nacionalista la realidad étnico-cultural es el paradigma supremo ante el que toda realidad tiene que adaptarse. Las normas internas de las instituciones privadas (en el caso vasco) o la autonomía del poder judicial (en el caso catalán). Ese es su fundamento moral y axiológico y ese es el drama para todos los demás, los que no somos nacionalista: lo que no nos permite acércanos a ellos con comprensión, lo que no nos permite construir un consenso que no sea meramente coyuntural.

Pesimista conclusión: con ellos no es posible el debate. Todo consenso tiene para ellos un carácter provisional y en cierta forma insincero; nunca olvidan sus “valores últimos”. Habitan, intelectualmente, otro mundo.

viernes, 11 de diciembre de 2009

¿Por qué no una región?

Con la reforma del Estatuto de autonomía se plantea un problema que, me parece, comienza a salirse del terreno político y a meterse en los complicados vericuetos de la Metafísica. El problema en cuestión es contestar a la pregunta: ¿qué es Andalucía? La situación recuerda los planteamientos esencialistas de la Generación del 98 que sigue una larga línea que puede remontarse a Larra. Autores como Azorín y Unamuno se hacían aquella pregunta angustiosa de ¿qué es España? Afán interrogativo que continúa en la generación de Ortega. Léanse las bellísimas líneas que abren las “Meditaciones del Quijote”.

Casi un siglo después, vuelve, como un Guadiana que reaparece gloriosamente, este afán inquisitivo, ahora aplicado a Andalucía. Ahora los interrogadores no son ilustres escritores, pero sí políticos de pro. Y, como es normal, su situación es el desacuerdo más radical. Para el PP Andalucía es una “nacionalidad” dentro de la “nación” española. Para el PSOE, se trata de una “realidad nacional”. Por último, para IU y PA, es una “nación”. Esta última opción puede ser un disparate, pero al menos tiene el don de la claridad. No puede decirse lo mismo de las otras. “Nacionalidad” es un concepto jurídico-político cuyo significado, después de 26 años que se aprobara la Constitución, seguimos ignorando. Puede ser algo así como un híbrido a medio camino entre “nación” y “región”, el café con leche del constitucionalismo. En cuanto a “realidad nacional”, el término entra en el ámbito filosófico. Realidad, ente, ser... Desde Heráclito la filosofía occidental anda dando vueltas a estos temas. “Realidad nacional” puede tener el sentido de potencialidad: el ente en cuestión aún no ha adquirido en su plenitud el carácter nacional, pero tiene posibilidades de hacerlo.

Todo este debate nominalista y bizantino me suscita dos cuestiones.

a) ¿Responde a una necesidad real de Andalucía? ¿Están preocupados los andaluces por esto? ¿Amargan sus días y desvelan sus noches en la duda hamletiana de si nación, nacionalidad o realidad nacional?

b) ¿Es posible un acuerdo amplio sobre este cuestión, que responda a un consenso social generalizado, a una tradición arraigada? Me parece que la respuesta a ambas preguntas es negativa. No es una cuestión que esté en las preocupaciones cotidianas, sino que habita en la estratosfera de las abstracciones y las discusiones gratuitas. Por otra parte, el consenso, como el toreo femenino, no puede ser y, además, es imposible.

Propongo una modesta solución, a sabiendas de que, no sólo va a ser rechazada, sino ni siquiera tomada en cuestión. Mi propuesta es rescatar la clásica y proscrita palabra de “región”. Como una región han sentido siempre a Andalucía los andaluces. La falta de espontaneidad, las posturas forzadas, el mimetismo de ciertas modas han puesto una cortina de humo sobre esta sencilla realidad, admitida como una vigencia social por la inmensa mayoría: somos una región dentro de la nación española. Léase del maestro Julián Marías, recientemente fallecido, el capítulo titulado “Europa, nación, región” en su libro “La Estructura social”. Ahí queda claro como la región es una realidad sustantiva, pero insuficiente, que necesita insertarse en otra superior. Los usos sociales, las vigencias y los valores de la región quedan configurados más bien como costumbres personales o, en todo caso, locales, pero no son suficientes para regular la vida; necesitan de un ámbito superior y en él se encajan. De hecho, como explica Marías, la mayoría de las naciones europeas se han formado por agregación de unidades previas, que prácticamente coinciden con las regiones actuales. Cuando éramos pequeños nos decían que no hay que avergonzarse de ser pobre. Hoy habría que rescatar ese antiguo orgullo del humilde: somos región; y a mucha honra.

¿Qué es una "comunidad nacional"?

Nuestra Constitución, para intentar atender, al menos momentáneamente, las exigencias nacionalistas, introduce en su artículo 2 el término `nacionalidad´. En aquel momento la palabra levantó una gran polémica y un hombre tan poco sospechoso como Julián Marías se opuso a ella con claros argumentos, el más importante, la impropiedad del término. Los nacionalistas aducían como antecedente la obra `Las nacionalidades´ de Pi y Maragall, pero Marías demostró que en este libro (citado, pero no leído como suele ocurrir en los debates políticos) la palabra no es usada en el sentido en que se le quiere dar en la Constitución. Más de dos décadas después, esta ambigüedad sigue viva; ambigüedad, al menos, en dos sentidos:

1- En su contenido: qué es, en qué se diferencia una nacionalidad de una nación. El artículo citado distingue, además entre nacionalidades y regiones. ¿Dónde radica la diferencia?

2- Es un término ambiguo en cuanto a su aplicabilidad. ¿A qué regiones aplicamos el calificativo? ¿Cuáles son las `nacionalidades´ españolas? Por lo visto, todas las autonomías quieren para sí ese trato. Si seguimos en un proceso de descentralización y asunción de competencias, llegará un momento en que todas las comunidades autónomas sean nacionalidades. Entonces, ¿de qué nos sirve el tan denostado término `región´ en nuestra Carta Magna? No nos sirve. En España no existen regiones. Esto es una realidad no sólo en la terminología política, sino en el habla cotidiana, donde la palabra se ha convertido casi en un tabú. Todo esto nos lleva a que el término no cumple una de las funciones principales del lenguaje jurídico-político: la precisión para establecer unas normas de juego claras.

En el reformado Estatuto de la comunidad autónoma andaluza, para aclarar estas brumas, para sacarnos de lo que parece un laberinto jurídico-político sin salida, aparece sobre el escenario un nuevo tecnicismo hasta ahora inédito: `comunidad nacional´. Se supone que este concepto viene a indicar un grado mayor de identidad nacional (por llamarla de alguna manera) que la `nacionalidad´ y menor que la `nación´. Es un paso más en una escala gradual. El problema -me parece- reside en plantear como gradual un concepto que unívocamente es o no es. Una comunidad humana es una nación (constituye una unidad en torno a un Estado soberano) o no lo es. Otra cosa es que algunos (los nacionalistas de todos los partidos) tengan la legítima aspiración a que en su comunidad se constituya en una nación. Por eso es un desideratum, no una realidad política que tenga que ser recogida en la Constitución.

Volvemos a las preguntas iniciales. ¿Qué es nacionalidad? 27 años no han sido suficientes para aclararlos. ¿Qué es comunidad nacional? Me temo que seguiremos en la incertidumbre. Y por mucho tiempo

martes, 8 de diciembre de 2009

Pilatos

¿Qué es la verdad? Ruido
de las turbas. El ser
se esconde en la palabra.
Quizá peor: no existe
ser alguno bajo esta
costra sonora y hueca.
Solo el silencio es cierto.
Que los hombres se busquen,
como perros hambrientos,
su trozo de sentido,
su trozo de mentira,
para vivir allí
el tiempo que les quede.

martes, 17 de noviembre de 2009

Estoicismo



* El Estoicismo, aunque se disfrace de popular, es una doctrina para aristócratas.

Cuatro aforismos sobre Europa

* Europa ha sido, históricamente, una múltiple y continua guerra civil.

* Las guerras internas europeas no han perseguido la imposición del más fuerte (imperialismo), sino el establecimiento de un equilibrio posible.

* Pensamiento occidental, la larga tarea de dar Forma a la Idea. Pensamiento oriental: difuminar los límites y las diferencias. No lo abstracto, sino lo amorfo.

* Lo mejor del legado de Europa ha ocurrido fuera de sus fronteras.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

El hombre que derribó el muro



Si tuviera que elegir un acontecimiento que sirviera de símbolo y emblema de este complicado (atroz y magnífico a un tiempo) siglo XX que ya comienza a ser historia, elegiría aquel noviembre de 1989 en que el muro de Berlín cayó como un gigante de barro, sin apenas ruidos y sin que nadie (o muy pocos) lo esperasen. Recuerda a aquel gigante del Apocalipsis que se desmoronó misteriosamente con el toque de una piedrecita. Y si tuviera que elegir un personaje que en su vida, limitada en el espacio y en el tiempo como la de cualquier mortal, resume las contradicciones, luchas y esperanzas de este siglo, éste sería Juan Pablo II.
El siglo XX ha conocido importantes cambios, gigantescos movimientos en todos los órdenes, que han transformado la faz de la tierra y han abierto al hombre perspectivas inéditas hasta ahora. En el terreno científico, cultural, mediático se exploran tierras ignoradas. En el terreno político y social las ansias de progreso y justicia nunca han estado más vivas; se defienden los más excelsos ideales, pero nunca, tampoco, la humanidad ha conocido los exterminios colectivos, los extraños experimentos de ingeniería social, el delirante odio que se han visto en esta centuria. No están lejos las atrocidades planificadas e intelectualmente justificadas del nazismo y el comunismo, Auswitch y el Gulag. Aún sobreviven testigos presenciales. Sin embargo, tampoco ha dejado de estar vivos los impulsos contrarios. Frente a estos intentos de establecer un control totalitario de la sociedad, nunca el hombre se ha resignado del todo. Siempre han estado actuando, aunque sea en el silencio y en estado latente, las fuerzas de la dignidad humana y la libertad. Toda esta fuerza oculta y silenciosa, después de tanto tiempo, estalla derribando el muro y expande sus ondas de libertad por todo el mundo. Nadie mejor que Juan Pablo II para comprender, en su tiempo, y simbolizar, en el futuro, este proceso que resume todo un siglo. Mientras la intelectualidad de Occidente, desorientada y narcisista, mientras los progres de salón, tipo Sartre, los que sólo han visto a los obreros en los libros, defienden las utopías colectivistas, Juan Pablo II tiene una experiencia directa y personal de este mundo. Conoce el totalitarismo, en su doble versión nazi y comunista, de primera mano. Y además, como hombre de pensamiento y estudio, conoce -lo que no es menor importante- sus raíces intelectuales y los complicados vericuetos de sofismas y pseudoverdades en que se apoyan. Por eso apoya desde un principio a Solidaridad, que sería la pequeña y primera brecha abierta, por la que luego se colaría todo el caudal de la libertad como una riada imparable.
Juan Pablo II, el hombre que derribó el muro, representa mejor que nadie la gran batalla del siglo XX, batalla que está muy lejos de estar conclusa. Sus contendientes son las ideas de libertad y dignidad oponiéndose a las fuerzas de la opresión y la mentira.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Libro recién aparecido



Reseña en DIARIO YA:

http://www.diarioya.es/content/el-poema-a-los-mártires-españoles-de-paul-claudel

martes, 3 de noviembre de 2009

Tarde de domingo


Fuera tormenta / dentro
cálida penumbra / leo
a Dante / arrastro
sílabas como perlas
preciosas / húmeda
tarde de domingo / calma
de animal cansado / bostezo
de lenta agua que tiembla.

Oda (algo filosófico-satírica) a mi mujer

Hay algo en el vasto universo que no es
noúmeno kantiano, idea platónica o estadística de lego,
algo por cuyo carácter
de realidad respondo ante los hombres
si fuera preciso ante notario.
Tu cuerpo: metro sesenta
de modesta materia, átomos
combinados no sé cómo,
vida insuflada con misterio
por Él, cuya mano
(la misma que me ha propinado más de un coscorrón)
adivino en esta obra.
Aunque Derrida diga que eres
la deconstrucción de un impulso
erótico, y Sartre te ponga cara de asco (la que tuvo
siempre, el pobre), aunque me rodeen,
como pesados moscardones de la siesta,
las dudas de los libros que he leído,
inútilmente para aclararlas,
aunque ...,
te toco y sé
que el mundo existe.

Álora, mañana del 12 de noviembre 2004


María

Señora de los humildes,
Corazón repleto de silencios sabios,
Torre de los olvidados,
Arca de los silenciosos,
Espejo de la paciencia,
Misterio de la ternura,
Sabor del pan caliente,
Olor a leche materna,
blanda Mano encallecida,
Voz dulce del susurro,
oriéntanos en este mundo lleno de símbolos falsos,
llévanos de tu mano como a niños perdidos,
acógenos en tu gigante corazón materno.

La destrucción o el amor

A Vicente Aleixandre

Ahora ya sabemos que el amor es derrota,
oscura sima, laberinto que roza la locura.
Que está el amor sólo a un paso de la muerte,
cercano, en ese triste lago de aguas lentísimas,
donde toda caricia significa un sentido
último, como un despedir el mundo comprimiendo el tiempo;
donde toda palabra significa una vida
hecha verbo, luz incandescente y apagada al instante.
Destrucción o amor. Buscase
la carne su sombra en la carne enemiga.

Seis aforismos sobre política

* Occidente: de la tribu a la polis.

* Socialdemocracia: el socialismo que se niega a sí mismo.

* Comunismo. ¿Como ha sido posible mantener en un espejismo a tanta gente durante tanto tiempo?

* Lo mejor de la izquierda: su preocupaciòn por la justicia, su defensa de los débiles. Lo peor: su incurable resentimiento.

*Lo mejor de la derecha: su respeto por la realidad. Lo peor: su sentimiento -no siempre justificado- de pertener a una elite.

* Paradoja de la democracia. Su fundamento funcional son los partidos, organismos, por definición, jerárquicos y antidemocráticos.

Siete aforismos varios

* Bienaventuranzas. Cristo invento la paradoja como género literario.

* El bien tiene forma de semilla. Germina, se expanda -y sabe estar oculto.

* El mal tiene forma de puño. Para ser fuerte tiene que cerrarse sobre sí mismo.

* Paradoja del cristiano: rezar por el asesinado y también por el asesino. Tomar, de alguna manera, el punto de vista de Dios.

* Papado, roca. Un trozo de eternidad inconmovible en medio de las turbulencias de la historia.

* El Cristianismo ha sido la vacuna mejor y casi única de los virus totalitarios del siglo XX.

*Poesía. Cada palabra, un problema; cada palabra a punto de ser tachada.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Me gustaría

Me gustaría ser microscópico para meterme en los poros de algún ser amado, o en la ínfima ranura de alguna materia misteriosa. Manzana, madera, por ejemplo. Hurgar sin límites el amasijo del mundo como un niño hurga su nariz. Quedarme allí, en la fresca penumbra, al abrigo del tiempo, protegido de las molestias de ser materia obtusa, esta que pesa en mí carne de muerte, con apenas (milésimas de miligramos) de espíritu invisible. Pienso que ser ingrávido y mínimo debe de tener ventajas infinitas, como ser hombre tiene todos los inconvenientes.

martes, 27 de octubre de 2009

Un español atípico


España es un país donde una buena parte de su clase dirigente y de sus hombres públicos han llegado a su situación, y se mantienen en ella, a base aparentar falsas habilidades y mostrar conocimientos que no se tienen. Amén de propinar codazos a los que puedan hacer la competencia. Incluyo aquí a una buena parte de la clase intelectual. Dicho con una fórmula: gente que dicen más que lo que saben. Que aparentan saber. Son una minoría los que se encuentran en la situación contraria: tienen un conocimiento profundo de lo que se traen entre manos y, normalmente, saben más de lo que dicen. Anteponen siempre los intereses generales o institucionales a los propios y, en última instancia, se basan en valores superiores como la lealtad o la honradez. Huelga decir que este segundo grupo es minoritario. A él pertenecía Sabino Fernández Campos, español atípico y, por eso, tan sorprendente. Español, como pocos, a los que cuadra el calificativo de “noble”.

domingo, 25 de octubre de 2009

A. M.



Sostiene una larga tristeza de viudo
con su ceño fruncido y cabizbajo.
En su boca, la brasa de un cigarro
y una sed antigua y no colmada.
Tantas tardes de casino provinciano,
tantas horas de café y aburrimiento
no han secado su alma y su palabra.
Como una rosa que no pierde su perfume,
siempre mantiene la espina del recuerdo
de aquel primer dolor enamorado.
El recuerdo es la sombra de este hombre
triste, cansado, pensativo y viejo.

lunes, 19 de octubre de 2009

Aborto y progreso

En el debate ideológico una de las oposiciones más usadas es la de conservador/progresista. Conservador es quien desea, quizá impulsado por un sentimiento de temor, que las cosas no cambien, mantener el status quo. Progresista es quien desea que las cosas evolucionen; en un sentido positivo, claro. Sin embargo, como suele ocurrir, la realidad es más compleja que nuestros esquemas. Uno de los grandes pensadores españoles actuales (poco sospechoso de conservador, por cierto), Gustavo Bueno, en su libro El mito de la izquierda, ha estudiado como la idea de progreso, que se incuba en la época de la revolución industrial y se expande durante el siglo XIX, no es en absoluto una idea clara y unívoca y, además, no define a la izquierda política. La idea de progreso sólo puede tener un sentido racional cuando va referida a “líneas de desarrollo categorial independientes”. Valga un ejemplo sencillo: se ha progresado en la velocidad de los vehículos a motor. Eso es incuestionable en relación a una escala numérica, a una comparación con un criterio cuantitativo. En cambio, ¿tiene sentido hablar de un progreso moral o de un progreso en el campo de la música? Hay una segunda parte del argumento del profesor Bueno -que yo aquí no desarrollo-: esta idea no puede definir a la ideología de la izquierda, que sí se define, según el, por la idea racional del Estado-nación.

El tema del aborto es un buen ejemplo para comprobar el carácter equívoco de este concepto. ¿Supone el aborto un progreso moral para la humanidad? ¿Cómo definir de forma unívoca el concepto “progreso moral”? No es posible, ya que engloba infinitud de parámetros distintos. De todas formas, si hubiese que hacer una definición (siempre abstracta, nunca cuantificable) ésta sería: aquel proceso que mejora las condiciones de vida de las personas; que mejora su salud, su bienestar, su satisfacción. Y si es la vida lo que estamos promocionando y defendiendo, parece evidente que tiene que quedar clara una defensa de esa misma vida como valor radical (de raíz), básico. No como valor absoluto, porque intento mantener el debate en un nivel inmanente, sin tener que apelar a valores trascendentes o religiosos. Si progreso es aumento de la calidad de vida, la valoración de la vida parece la base de esta argumentación.

Sin embargo, ¿tan importante es la vida humana? La historia nos enseña que esta valoración ha sido (sigue siendo) desigual y ha tenido importantes recaídas. El valor de la vida humana va unido intrínsecamente al desarrollo del valor de la igualdad. Quiero decir que para que la vida humana sea un valor incuestionable, hace falta que abarca a “todas” las vidas, sin excepción, puesto que, como bien saben los juristas, la universalidad es la condición de toda norma. El mundo precristiano conoce este valor, pero no lo aplica universalmente. No es lo mismo el libre que el esclavo, el hombre que el niño, el fuerte que el débil. En algunos momentos, como en la filosofía estoica, especialmente en Séneca, se toca, se vislumbra este concepto de universalidad, pero no se llega plenamente a él hasta el cristianismo.

El aborto, en este sentido, es una vuelta a los valores del mundo precristiano, en el que el concepto de lo humano (la dignidad de los humano) es una categoría que se añade a unos seres, pero no un universal intrínseco y absoluto. Por ello, el aborto no puede suponer un progreso, ni siquiera desde el hipotético punto de vista abstracto que estamos manejando. Es una vuelta a concepciones de la que hace tiempo deberíamos haber salido, a las que, por desgracia, volvemos con frecuencia. Porque la historia del hombre no tiene un sentido lineal y progresivo, sino la forma de un oscuro laberinto.

domingo, 18 de octubre de 2009

La que en lección y estudio nos mejora

En el umbrío claustro del silencio,
la quietud me invita al dulce estudio.
Como una lenta lluvia de palabras,
va empapando mi alma la lectura.
Fray Luis, Quevedo, Dante, Borges,
tan lejos en la muerte y tan cercanos.
Me susurran al oído su palabra
sabia y honda. Piedra desgastada
por el río del tiempo que no cesa

jueves, 8 de octubre de 2009

Burguesía

En un relato de Thomas Mann, Sangre de Welsas, un personaje aconseja a otro en el transcurso de una comida: "Guarde siempre un gusto jovial para las dulces delicadezas del bienestar". Aquí, en esencia, está el espíritu de la burguesía.

martes, 6 de octubre de 2009

El poeta sin tribu

Los poetas, los artistas en general, tienden a unirse en grupos y el nexo de unión pueden ser las características comunes, un maestro inspirador, la contemporaneidad, etc. De igual forma los críticos tienden a establecer clasificaciones y grupos. En España, seguramente por influjo de las teorías orteguianas, el concepto más usado, en este sentido, por críticos y estudiosos es del “generación”. Generaciones del 98, del 27, del 50, de posguerra, de la transición… José Antonio Muñoz Rojas ha sido un poeta “por libre”, muy difícil de encajar en cualquiera de los grupos en los que, por las características de su obra y por su edad, podría haber tenido cabida. Su generación cronológica debiera ser la llamada “de 1936”, esto es, aquellos nacidos entre 1905 y 1915. Generación que supone una especie de “agujero negro” de nuestra historia literaria, porque se pasa con facilidad desde la famosa del 27, con sus estrellas rutilantes (Lorca, Alberti, Cernuda…) a la de posguerra (años 40), que tiene un perfil mejor definido: protesta, inconformismo social, desarraigo. En medio queda este grupo en el que encontramos, además de Muñoz Rojas, nombres tan importantes como Rosales, Leopoldo Panero, Miguel Hernández, Gil-Albert, Celaya; y, en el campo ensayístico, y Díaz-Plaja y Marías. Tampoco dentro de este grupo generacional, queda bien definido el poeta antequerano. Es menos urbano, por sus raíces andaluzas y rurales y, al mismo tiempo --y sin contradicción-- es más cosmopolita. Su estancia como lector en Cambridge y su relación directa con la poesía inglesa, como traductor y como crítico, lo sitúan definitivamente más allá de un localismo de estrechas miras.

En el aspecto ideológico, tan marcado en los intelectuales de su época, tampoco Muñoz Rojas es fácilmente clasificable, o, al menos, su figura pública no responde a un cliché preconcebido. Es un hombre católico y defensor de valores tradicionales, contraimagen del “poeta maldito” e inconformista, por convicción y por su mismas circunstancias familiares (la antigua burguesía rural antequerana) y profesionales (banquero orientado al mecenazgo y a la promoción cultural). Sin embargo, no ha llegado a fraguarse la imagen de intelectual conservador, que pudo acompañar (y luego les ha perjudicado) a algunos contemporáneos suyos: Rosales, Pemán, Panero. Colaboró, sin problemas, con revistas como Cruz y Raya (Bergamín) y Revista de Occidente (Ortega), es decir con empresas emblemáticas de la intelectualidad laica y progresista.

Hasta su misma cronología y su ritmo vital son especiales y, dicho en términos musicales, de “tempo lento”. Casi todo, --publicaciones, antologías, premios, reconocimientos-- le ha llegado con décadas de atraso. O no: quizá, desde su punto de vista personal, en su justo momento. El premio Nacional de literatura, en 1998 y el Reina Sofía en el 2002, cuando ya es un ilustre nonagenario. Sus últimas obras, Objetos perdidos (1997), Entre otros olvidos (2001) y La voz que me llama (2005) son escritas por un hombre entre los 88 y lo 96 años. Lo cual habla de la fortuna, casi el milagro, de una larga vitalidad intelectual, pero también de la despreocupación por publicar, de la absoluta falta de prisa, de hacer dormir, por negligencia o pudor, los escritos en el cajón durante largas décadas. Nos habla, en fin, de la postura entre escéptica y humilde de que quien, imbuido de una vieja sabiduría y un señorío esencial que no se improvisan ni se aparentan, no espera mucho de las glorias literarias y sí de la propia voz que susurra palabras de verdad. Lo resumió su admirado Antonio Machado en el verso final del que me parece su mejor poema:

“El arte es largo y, además, no importa”.

lunes, 5 de octubre de 2009

Un intelectual cristiano de la concordia: Julián Marías y su idea de la Corona

1. Si hubiera que escribir nuevos capítulos del libro de José Mª García Escudero Españoles de la conciliación[1], creo que uno de ellos tendría que estar dedicado a Julián Marías. Pocos intelectuales como él han tenido una visión más generosa de España y su futuro, una ausencia de resentimiento y una imposibilidad casi absoluta para el rencor y la descalificación. Pocos, por otra parte, han tenido más razones personales para el descontento y han sido más injustamente tratados.
Quiero aquí tratar sobre un capítulo del pensamiento político y social de la transición que, a su vez, es un ejemplo de este radical talante de “concordia”. Me refiero a las ideas de Julián Marías sobre la Corona, y, más en concreto, sobre la monarquía que en España se restauraba con Don Juan Carlos I junto con la democracia.
La idea monárquica en España ha carecido, y hoy la situación continúa, de una base teórica. Tenemos, por un lado, la apelación a un tradicionalismo y a un trascendentalismo (el Rey lo es “por la gracia de Dios”) que hoy sitúa el debate en unos términos anacrónicos y prácticamente impensables; y, por otro, la relación de y curiosidades y detalles históricos. La monarquía de D. Juan Carlos I, su restauración (o instauración, como piensan otros) ha sido aceptado por la mayoría como un hecho consumado y que coyunturalmente era conveniente. Otros hay que, declarándose doctrinal e ideológicamente republicanos, aceptan este sistema y a su titular de forma coyuntural: algo “conveniente pero no necesario”. Marías se queja de esta ausencia de pensamiento, en este y en otros temas. “Lo que me parecía necesario era el pensamiento político -que es aproximadamente lo contrario de la ‘politización’ del pensamiento”[2]. De un modo especial en la época de la transición, cuando se establecen las grandes líneas de un nuevo Estado, cuando se redacta una Constitución, tenía que haber política, pero no todo había que concebirlo y debatirlo desde un nivel político. “Aunque parezca inverosímil, apenas había ideas adecuadas sobre tal asunto [la Monarquía], sobre la que iba a ser la forma de nuestra vida pública en el futuro”[3].
2. Es curioso y hasta paradójico que uno de los intelectuales españoles que ha “pensado” sobre la idea de la nueva monarquía, uno de los que mejor define sus potencialidades y valora su oportunidad histórica, sea precisamente una persona que se encuadraba en el bando republicano, que conoció las cárceles del bando nacional y, durante el franquismo, fue persona no grata al régimen. “Soy un viejo republicano -confiesa- que no ha renunciado al uso de la razón –de la razón histórica, quiero decir-, y por eso me he decidido a pensar a fondo qué puede ser una Monarquía adecuada al último cuarto del siglo XX y en un país de las condiciones de España. En vista de que los monárquicos no parecían muy dispuestos a hacerlo”[4]. No hay, en su caso razones de convicciones monárquicas ni razones biográficas: “No había cumplido diecisiete años -cuenta el filósofo- cuando se terminó la Monarquía en España; tuve enorme entusiasmo por la República, que se presentaba como una esperanza de libertad e innovación, y a pesar de todas las decepciones consideré en 1936 que debía ser defendida”[5]. Esto es, Marías se sitúa, al menos al principio, en uno de los bandos en liza, el republicano. Pero esto necesita matización. Antes de analizar las ideas de Marías sobre lo que llamo la “nueva Monarquía”[6], quiero ver algunos rasgos del contexto del intelectual del que procede el filósofo, lo que, en parte, explica y nos da el alcance real de su “republicanismo”.
3. Marías crece intelectualmente en un momento brillante del a cultura española. “Al comenzar mis estudios universitarios -cuenta en sus memorias- había empezado una vida adulta con un ilimitado entusiasmo por España, con la evidencia de estar en una época, en todo el mundo, de esplendor intelectual, que en España había alcanzado una de sus cimas”[7]. Él recuerda con gratitud aquella gran Facultad de Letras donde estudió con hombre como Menéndez Pidal, Américo Castro, Zubiri, García Morente y, por supuesto, Ortega. Es una generación que corresponde a un momento de la cultura española que ha sido llamada la Edad de Plata. Un grupo marcado por el rigor intelectual, el conocimiento de la cultura europea y un espíritu abierto y tolerante en lo ideológico y lo religioso. “En 1936 era la Universidad española, tomada en su conjunto, inferior a las de los grandes países europeos; pero ciertas porciones de ella, por ejemplo la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, había alcanzado un nivel que en algunos puntos igualaba a los más altos de cualquier parte y las perspectivas eran extraordinariamente esperanzadoras”[8]. Estos intelectuales ven en la llegada de la República unas expectativas esperanzadoras. “Al establecerse la República en 1931 la mayor parte de los intelectuales, como la mayoría del país, la acogieron con esperanza y entusiasmo”[9]. Sin embargo, Marías reconoce que la influencia de los intelectuales no fue tan marcada como algunos indican: “Su participación en el poder fue mínima y su influencia se volatizó casi inmediatamente, sustituida por la de otras fuerzas (…) netamente políticas y en general hostiles a la clase intelectual”[10]. Este testimonio y algunos otros que se podrían aducir, viene a disipar algunos tópicos que se han repetido insistentemente. Por los menos, estos dos: (a) No se trataba de una clase intelectual fuertemente politizada. b) La brillantez y altura de este momento de la cultura española no va unida al sistema republicano o, al menos, no hay una relación de causa-efecto entre estos fenómenos. Se asocia este resurgir cultural a la República, cuando en realidad es un fenómeno que viene de la etapa anterior y, en cierta forma, independiente de los condicionamientos políticos[11].

4. Resumo a continuación las que me parecen las ideas más relevantes de Marías sobre el tema, basándome (sobre todo, aunque tengo en cuenta otros textos) en sus escritos de los años de la transición y en sus memorias, Una vida presente.

Novedad, originalidad. La monarquía vuelve a España en un gran momento, cuando se recuperan las libertades y, contra todo pronóstico, se logra una transición incruenta. Es el momento en que vuelve a estar, con expresión suya, “España en nuestras manos”. Marías ha estudiado las oportunidades perdidas por España, la “España posible” [12] que, por un motivo u otro al final ha abortado sus proyectos. Se presenta la ocasión para poner a nuestro país a la “altura de los tiempos”, sobre todo de superar ese espíritu de discordia que falsifica la realidad negando a media España. “Si los españoles no incorporamos a Europa y al mundo hispánico una pieza original, creadora y eficaz, no tendremos disculpa”[13]. En esta nueva oportunidad, que no puede ser un intento fallido, la Monarquía es un elemento esencial. “Es la hora de establecer, al cabo de casi medio siglo, en un mundo nuevo, una nueva Monarquía”[14]. Por fin ve el filósofo que esa larga historia de discordia, de la que él ha sido víctima y testigo privilegiado, puede llegar a su fin. Se ha llegado a una situación en la que “salvo algunos grupos reducidos y extemporáneos -literalmente excéntricos- no hay enemigos”[15]. A Marías le parece el momento oportuno de aprovechar la llegada de la monarquía sacando partido a todas sus potencialidades históricas, a sus magníficas posibilidades. “Creando” una nueva monarquía que no sea copia de ninguna anterior, aunque basándose en la experiencia histórica. ¿Cómo tiene que ser este nuevo sistema? Él tiene claro como no tiene que ser: el rey no tiene que ser “ni rey escandinavo ni rey árabe”, sino “un rey español (…), de su tiempo, un rey circunstancial”[16]. Esto es, ni una simple magistratura vacía de atribuciones, que cumpla una mera función representativa y protocolaria, ni un rey con un poder personal, no limitado por la leyes, que suplante al poder democrático y legítimo. Lo primero es lo que querrían aquellos “que después de haber retaceado todo lo posible las funciones y poderes del Rey (...) intentan reducirlo (ya que no habían podido eliminarlo) a una figura decorativa”[17]. Lo segundo sería un anacronismo inconcebible en un país occidental del siglo XX. Lo deseable, pues, es un rey democrático (eso es incuestionable en la nueva situación) pero con atribuciones “reales” y, por supuesto, contempladas en la ley y que no sería un poder arbitrario ni entrarían en contradicción con el espíritu democrático. Esa es la actitud que yo llamaría de “creatividad histórica”, es la conciencia de que cada momento tiene sus imperativos y que no vale repetir lo ya hecho (el “arcaísmo[18] al que se ha referido Marías en muchos textos como una de las tentaciones letales del pensamiento), sino que es necesario un esfuerzo a la vez imaginativo y riguroso para crear nuevas fórmulas en las nuevas circunstancias.
Legalidad y legitimidad. ¿Restauración, instauración? Es un debate que se produce teniendo en cuenta el modelo de la restauración de Cánovas, que vuelve a los Borbones al trono en 1874. En este caso, la cirunstancia histórica es distinta. La Monarquía vuelve a España con la cobertura legal de una ley del franquismo, la Ley de Sucesión, aprobada en referéndum en 1947, y de una decisión personal de Franco (pocas veces, como en el caso de Franco, se puede hablar de decisión “personal” en un sentido literal) que define a España como un Reino y nombra heredero a D. Juan Carlos. En ese sentido, la Monarquía llega a España por una vía histórica que podíamos calificar de irregular, aunque guarde las formas desde un punto de vista jurídico-formal. Marías hace una clara distinción entre “legalidad” y “legitimidad”. El franquismo es un sistema que mantiene su legalidad, pero en “un estado de ilegitimidad social”[19]. “Nadie tenía títulos claros para mandar: había fuerza, poder, inercia, no autoridad”, sin embargo, “España era un Estado de derecho con una legalidad vigente”[20]. El Rey, pues, en principio, era “legal, pero no legítimo”. No tiene la legitimidad dinástica, que correspondía a su padre, ni la democrática, ya que reina en virtud de la Ley de Sucesión franquista. Esa legitimidad, llamémosla moral, se la gana el rey con su actuación personal equilibradora y ecuánime, justa en una palabra, y poniéndose allende las ideologías y partidos y actuando como garantía de la reconciliación nacional. La Monarquía (y la democracia) no sólo da paso a una nueva legalidad, un nuevo ordenamiento jurídico (esto es evidente), sino que reconstruye una “legitimidad perdida”. Hay que matizar algo importante: legitimidad perdida por ambos contendientes, de la guerra, “porque la republicana [la legitimidad] fue destruida en ambos bandos desde el comienzo de la guerra civil”[21]. Esta legitimidad se consolida, jurídicamente, al final, en tres pasos: el referéndum del 15 de diciembre de 1976; la cesión de derechos dinásticos del Conde de Barcelona a su hijo, el 14 de mayo de 1997, y las elecciones democráticas del 15 de junio de 1977.

El rey “cabeza de la nación”. Esta es una expresión que se repite en los textos de estos años y que compendia las ideas del filósofo sobre la nueva Monarquía: el rey como “cabeza de la nación” frente al título de “Jefe del Estado”[22]. Marías distingue los ámbitos de lo estatal y lo civil y colocar la Corona en el último. El rey pertenece a la sociedad (la nación) antes que al Estado. Como Jefe del Estado tiene una función sobre todo simbólica y arbitral, pero como cabeza de la nación se hace defensor de las inquietudes y aspiraciones de ésta y puede defenderla ante el mismo Estado; en general, frente a los grupos de poder (gobierno, Iglesia, nobleza)[23]. En esta idea subyace la distinción Estado/sociedad, que se desarrolla en muchos textos de Marías y que es un “tópico”, en el sentido literario, del pensamiento liberal. Hay que distinguir entre estas dos instancias que deben articularse y coordinarse de manera adecuada. Desde el siglo XVIII, se desarrolla una creciente tendencia del Estado a inmiscuirse y regular el funcionamiento de la sociedad. El aparato estatal va desarrollando instrumentos cada vez más eficaces y va aumentando su potencia. Pero el Estado no debe suplantar a la sociedad, sino articularse con ella en sus justos términos. “Se trata, en efecto, de no tomar el Estado por sí mismo, sino en conexión con la sociedad. El Estado es un instrumento de ésta, en cierto sentido una función suya y, a su vez, un constitutivo de la sociedad misma”[24]. La Corona es, así, una parte del sustrato social de la comunidad; y en algunos casos se convierte en una defensora de los intereses de la misma frente a las fuerzas estatales. “No es [él Rey], ante todo una pieza del Estado, del sistema de gobierno, sino que pertenece primariamente a la sociedad, tiene deberes para con ella, y de ella le viene su autoridad social más importante aun que sus facultades constitucionales “[25]. La Corona, como fuerza de la sociedad civil, puede convertirse, en caso de conflicto, en defensora del pueblo frente a “los poderes”. Este aspecto de la institución tiene una larga tradición en España y recuerda inevitablemente la figura del rey en nuestro teatro del Siglo de Oro. El rey, en obras como Fuenteovejuna o El Alcalde de Zalamea, no es un elemento más de la máquina estatal, precisamente el que se sitúa en la cúspide; es alguien al que el pueblo siente como suyo y al que atribuye un poder especial, un poder de naturaleza carismática y moral, que trasciende lo político. El Rey defiende al pueblo (sociedad, Nación) frente al poderoso (Estado, gobierno).

Poder espiritual y autoridad. Este poder real no es el jurídico-político de los organismos del Estado, sino un poder que podemos llamar carismático, de autoridad, un “poder espiritual”. Eso es lo que debe distinguir a la Corona. El rey tiene la obligación de hacerse de un prestigio, lo que es una tarea continua y en cierta forma siempre inacabada, que le confiera valor a sus actos y decisiones. Estas decisiones no tienen la obligatoriedad de lo legal, aunque se dan en un marco jurídico legítimo, sino de lo moral. “El rey es titular de una magistratura social ante que política”[26]. Se trata, Marías usa exactamente esta expresión, de un “poder espiritual”; el de la Corona es “un poder sin fuerza, capaz de disparar las fuerzas sociales”[27]. En el fondo, en esta distinción late la antigua oposición latina entre “auctoritas” y “potestas” que tan bien ha estudiado Álvaro d’Ors y su discípulo Rafael Domingo[28]. Está claro que la monarquía en nuestro tiempo en países democráticos es sobre todo “auctoritas”, lo cual le confiere un carácter inevitablemente moral[29] frente a la “potestas” del gobierno. El profesor Domingo, en la citada obra, habla de la “auctoritas” real y la relaciona con el concepto de pouvoir neutre, acuñado por Benjamin Constant en su obra Cour de politique constitutionelle[30]. El “poder neutro” del Rey se sitúa por encima de los tres poderes activos clásicos y su función es de intermediación y equilibrio entre los mismos. El Rey es, así, un árbitro neutral revestido de legitimidad y prestigio”[31]. Este concepto está cercano al de “poder espiritual” que usa Marías, aunque creo que no es igual. En Marías existe la idea de que las funciones reales deben tener un mayor alcance; diríamos que se trata de un poder arbitral, que también abarca otros aspectos. Por ejemplo, el poder aglutinante (“un esquema de referencia por encima de la política y los partidos”)[32], que tiene una dimensión histórica y una proyección hispánica: “Juan Carlos es descendiente directo de Carlos V y de Luís XIV y [representa] la vinculación de España a los países hispánicos”[33]. Sin ser un poder propiamente político, Marías es partidario de un Rey que tenga unas prerrogativas más amplias que las meramente simbólicas y arbitrales. Para él la Constitución, en su título II “Sobre la Corona”, se “queda corta”. Observa como, en este título, “cuesta trabajo encontrar alguna función efectiva reservada al Rey”[34] y que sólo hay “vaguedades” y atribuciones en un sentido nominal. El filósofo piensa que la Constitución, y por tanto nuestra sistema político, debe aprovechar más las potencialidades de la Monarquía. “La democracia puede existir en forma republicana o monárquica; en España va a existir en la segunda forma, por múltiples razones históricas. Y conviene que exista saturadamente, en plenitud de su forma. Así como una república debe ser enérgica y vivazmente republicana, una monarquía debe aprovechar hasta el máximo las ritualidades y posibilidades que lleva consigo”[35].

Proyección hispánica. Por último , la institución de la Corona, que se recupera con D. Juan Carlos, tiene una particularidad frente a otras monarquías europeas: a su condición de española se une su proyección hispánica. Marías ha sentido siempre un gran interés por el mundo hispánico[36] y tiene una conciencia clara de la peculiaridad de la relación de España con sus antiguas colonias; relación en la que juega un papel capital la cultura y la lengua. El Rey tiene aquí una función clara de vinculación con estos países, ya que el Rey de España era Rey de las Españas. Para Marías esos países configuran la primera versión de eso que llamamos “Occidente”, que no es, que no es sólo, Europa. “En esta Monarquía en dos hemisferios, Europa dejaba de ser exclusivamente europea, meramente europea, para convertirse en un principio de acción histórica”[37]. Lejos de ser un arcaísmo, este sentimiento se ha mantenido vivo hasta hoy en muchos hispanoamericanos de distintos países; por eso, el Rey en sus viajes a los países hispanoamericanos es recibido como alguien propio, como ha observador Marías por propia experiencia personal: “A fines de 1978 coincidí con los Reyes en Lima y en Buenos Aires (…) Peruanos y argentinos (creo que en otros países ha ocurrido lo mismo) no tenían la impresión de recibir a un ‘Jefe de Estado extranjero’ -esto sería ridículo-; pero ni siquiera sentían que llegaba el ‘Rey de España”, sino más bien ‘el Rey’ (…) era parte de su realidad, como lo es el pasado, sin la posesión del cual no se puede proyectar el futuro”[38].

Un ejemplo de “razón histórica”. Aquí toco un poco los fundamentos filosóficos de su discurso, que en Marías siempre están presentes. Precisamente esta expresión forma parte del subtítulo de una de sus obras más leídas y que el autor considera de las más importantes en el tema que nos ocupa: España inteligible. Razón histórica de las Españas[39]. Las ideas sobre la Monarquía, como otras ideas que afectan políticamente a la España de la transición, son un consciente ejercicio de aplicación de lo que Marías llama la “razón histórica”. El concepto ha sido desarrollado en distintos libros y artículos y tiene relación con el concepto orteguiano de “razón vital”. El hombre es un ser histórico -su naturaleza es la historia, como dice Ortega[40]-; su vida transcurre en un devenir, siempre proyectada hacia el futuro, desarrollando ese aspecto de la vida humana que Marías llama su “carácter vectorial”[41]. Por esta constitución propia de la persona, los fenómenos sociales son fenómenos históricos y su aprehensión intelectual no puede hacerse con una razón esquemática, apriorística, sino por una “razón histórica”. En su obra La estructura social[42], Marías habla de la necesidad de unir historia y sociología, de adoptar una postura histórica para abordar los temas sociales -los políticos, entre ellos-[43]. Aunque la idea tiene más matices y un desarrollo más amplio en otros textos, quede así su bosquejo: para entender cualquier estructura -un organismo vivo, por ejemplo- hay que hacerlo más desde la función que desde los componentes estáticos; ahora bien, “la diferencia fundamental es que en la máquina y aun el organismo, dada la estructura funcional, ésta funciona, mientras que en lo humano la estructura no es nunca ‘dada’, sino que está constituida en función de su propio funcionamiento (…) la estructura social está definida por su propio ‘argumento’, no es que, una vez existente, este argumento le sobrevenga, sino que consiste en él”[44]. Esta necesaria perspectiva para los fenómenos sociales, en el caso de España, es especialmente pertinente, porque se trata, además, de rechazar una la idea largamente difundida de la “anormalidad” histórica de España: “la idea de que España es un país ‘anormal’, conflictivo, irracional, enigmático, un conglomerado de elementos múltiples y que no se entienden bien”[45]. Frente a estos tópicos, hay que vindicar razonablemente, así lo hace Marías, que “España es coherente, más razonable que otros países, en suma, inteligible, si se mira desde su génesis, sus proyectos, su argumento histórico”[46].
Ausencia de rencor. Idea de concordia. Termino con una nota de carácter moral y personal, aunque es difícil deslindar al intelectual y al hombre. En el caso de Marías su incapacidad para el rencor parece ser, no sólo un convencimiento intelectual, sino una actitud personal que configura toda su biografía. Su hijo Javier lo ha recordado, en un artículo memorable[47], como un hombre que fue ninguneado y poco tenido en cuenta (ni siquiera pudo ocupar una cátedra en la universidad española), que fue postergado mientras otros compañeros de generación recibían honores y parabienes, que recibió más de un golpe bajo y nunca mostró rencor ni resentimiento por ello. Desde un punto de vista intelectual, insistió en la idea de “concordia”, en su perentoria necesidad en un país que tenía una larga y dolorosa historia de discordias y divisiones. La idea de superar la discordia civil, ese conflicto que no acaba con la guerra, que tiene hondas raíces en el ser histórico español, fue una de sus constantes, uno de los fundamentos morales de su conducta. En este sentido, fue siempre un hombre de “concordia”. Su figura forma parte de esa galería de personajes a los que el citado García Escudero llama “españoles de la conciliación”. Era sin duda uno de los “españoles de la conciliación” de los que habla García Escudero. Pero no quiero dejar de lado otro dato al que no es ajeno este talante: sus arraigadas convicciones religiosas, su condición de cristiano (condición abierta y tolerante, pero siempre en los límites de la fidelidad y la ortodoxia) que, con los años, se fue profundizando y enriqueciendo. Desde este transfondo moral, la institución de la Corona, y la democracia a la que coadyuva, supone “la cancelación total de la discordia iniciada en 1936”[48].





[1] José Mª García Escudero, Los españoles de la conciliación, Madrid, Espasa-Calpe, 1987. Aquí se incluyen figuras, entre otras, como las de Herrera Oria y Ortega, quizá las dos figuras “conciliadoras” más emblemáticas en los campos católico y laico. Especial interés tiene para el tema de este estudio el cap. XIV “La República de los profesores” (págs. 167 ss.).
[2] Una vida presente, Madrid, Alianza Editorial, 1991, vol. III, págs. 17-18; se trata del último tomo publicado de sus memorias, el volumen abarca los años 1975-1989.
[3] Una vida presente, vol. III, pág. 18.
[4] “El Rey”, en España en nuestras manos, Madrid, Espasa-Calpe, 1978, pág. 229.
[5] “España: una reconquista de la libertad”, en Cinco años de España, Madrid, Espasa-Calpe, 1982, 3ª ed., págs. 280-281.
[6] Tomo el nombre precisamente de un texto de Marías “Constitución de una nueva monarquía”, en España en nuestras manos (págs. 11-113). El término que recoge nuestra Constitución, “monarquía parlamentaria”, tampoco termina de satisfacer a Marías porque vincula el carácter democrático de la monarquía al parlamento, que es un elemento del sistema, pero no el que lo define. “El parlamento es sólo un instrumento u órgano del Estado; podría haber una monarquía parlamentaria que no fuese constitucional; en rigor, las antiguas monarquías absolutistas que reunían cortes eran parlamentarias, pero no constitucionales” (“El Rey”, pág. 230). Además, Marías rechaza la expresión “forma política del Estado”, ya que “el Estado es la forma política de la Nación”; y prefiere, para Monarquía o República, la expresión, “forma de gobierno” (Ibíd.). Marías habla sobre el borrador que estaban discutiendo los partidos, pero luego ése ha sido el texto definitivo que se recoge en el art. 1.3. : “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria”.
[7] Una vida presente, Madrid, Alianza Editorial, 1988, vol. I, pág. 194.
[8] Los españoles, Madrid, Revista de Occidente, 1978, tomo II, pág. 77.
[9] Los españoles, pág. 77.
[10] Los españoles, pág. 77.
[11] Véase mi artículo “El mito de la cultura republicana” en la revista digital www.ellibrepensador.com.
[12] La España posible en tiempos de Carlos III, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, 1963.
[13] “Tres años de España”, en Cinco años de España, pág. 154.
[14] “El ejercicio de la libertad”, en España en nuestras manos, pág. 104.
[15] “Tiempo de alegría”, en España en nuestras manos, pág. 68.
[16] “Constitución de una Monarquía nueva”, en España en nuestras manos, pág. 112.
[17] “Monarquía nacional”, en El País, 23 de abril 1981.
[18] Véase el ensayo “Arcaísmo en nuestro tiempo” (en Innovación y arcaísmo, Madrid, Revista de Occidente, 1973, págs. 339 ss.). Se hace aquí una definición certera del fenómeno: “El arcaísmo es una recaída en el pasado ajeno, el que efectivamente había pasado ya. Implica, pues, una discontinuidad: lo arcaico no es lo que sigue o continúa, sino lo que vuelve, saltando por encima de algo real” (pág. 340).
[19] “España: una reconquista de la libertad”, en Cinco años de España, pág. 276.
[20] “España: una reconquista de la libertad”, pág. 276.
[21] “España: una reconquista de la libertad”, pág. 277.
[22] La expresión “cabeza de la nación” se repite en varios textos, pero la idea de desarrolla de forma coherente sobre todo en los artículos “Constitución de una monarquía nueva” y “La función social de reinar”, ambos en España en nuestras manos.
[23] “La función social de reinar”, en España en nuestras manos, pág. 126.
[24] La estructura social, Madrid, Revista de Occidente, 1972, pág. 199.
[25] “La Monarquía”, en Cinco años de España, pág. 281; los subrayados son del autor.
[26] “La función social de reinar”, pág. 127. El subrayado es del autor.
[27] “La función social de reinar”, pág. 127.
[28] Véase Auctoritas, Barcelona, Ariel, 1999.
[29] Este imperativo de moralidad tiene hoy, en un momento en que la profusión dem medios han creado una sociedad donde es imposible el secreto, una especial complejidad. Véase mi artículo “La Monarquía y la sociedad transparente”, en La Opinión de Málaga, también en el diario digital El Librepensador (http://www.ellibrepensador.com/2009/01/06/la-monarquia-y-la-sociedad-transparente/).
[30] Paris, 1872, vol. I, pág. 19.
[31] Auctoritas, pág. 136.
[32] “Tres años de España”, pág. 152.
[33] “Tres años de España”, pág. 152.
[34] “El Rey”, pág. 230.
[35] “La función social de reinar”, pág. 125.
[36] Entre otros artículos y libros, puede verse Sobre Hispanoamérica, Madrid, Revista de Occidente, 1973, que recoge textos desde 1951.
[37] “Un proyecto histórico para el mundo hispánico”, en Cinco años de España, pág. 56.
[38] “La Monarquía”, pág. 282.
[39] La 1ª edición es de 1985.
[40] Se pueden ver distintos textos, pero sobre todo Historia como sistema
[41] Véase el cap. 12 del libro Antropología metafísica (Madrid, Revista de Occidente, 1973) titulado “La estructura vectorial de la vida” (págs. 101-108).
[42] Escrita en 1954 y publicada en 1955. Uso y cito la 6ª ed. edición de Madrid, Revista de Occidente, 1972.
[43] El parágrafo se titula “Inseparabilidad de sociología e historia”, págs. 30-34 de la ed. cit.
[44] La estructura social, pág. 34.
[45] “España inteligible”, en el diario ABC, 7 de diciembre 2000; se trata de un comentario a su libro del mismo título publicado 15 años atrás.
[46] Ibíd.
[47]Javier Marías, “El padre”, en el diario El País, 16 de junio 1994.
[48] “La Monarquía”, pág. 280. Me he centrado en este trabajo sobre todo en los escritos de la época de la transición. Fueron, en general, recogidos en libros, pero se publicaron primeramente en diarios de gran difusión. Posteriormente Marías se ha ocupado del tema con otro tipo de obras, menos periodísticas, con un tono más histórico y académico. Cito dos: la coordinación del volumen colectivo 25 años del reinado de Juan Carlos I (Barcelona, Planeta, 2000) y La Corona y la comunidad hispánica de naciones, Madrid, Asociación Francisco López de Gómara, 1992, tomo 10 de la colección La Corona y los Pueblos Americanos.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Oración ante una tumba

Cementerio de Álora
8 julio MMVII


“Beauty is truth, truth beauty, —that is all
Ye know on earth, and all ye need to know”

JONH KEATS


Aquí
frente a este montón de cenizas,
materia fría y descarnada,
aquí
en este lugar donde parece
que la esperanza es el sordo vahído que apura
el último sorbo de aire,
creo
que late la eternidad
-corazón minúsculo de un pájaro aterido-
igual que el árbol late en la semilla.
Y espero
que, al final de este Teatro,
levantado el telón y vacío el escenario,
Él -el famoso Autor de la Tragicomedia-
recompondrá este puzzle
de infinitas piezas dispersadas,
extraña amalgama de lágrima y tiempo,
y alumbrará esta sombra
y cerrará esta herida
y ordenará este caos
como un niño bueno que recoge sus juguetes.

Rito

Toda materia es sagrada.
También la piel de la naranja abandonada en el plato.
La gota de agua que se evapora en el asfalto.
La tinta de mi pluma. El polvo de la tiza.
Todas proceden de un acto creador
y se bambolean entre el ser y la nada
como un equilibrista sobre el vacío.

Toda materia es sagrada y vivir
es oficiar su rito continuo y asombrado.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Consejos para no odiar "El Quijote"

Publicado en 2005, año del V centenario de la obra

Si tú, amable y desocupado lector (digámoslo al modo cervantino) te has sumergido, como la mayoría de tus compatriotas en los inacabables fastos quijotescos y en las innúmeras conmemoraciones cervantinas de este año del V centenario, posiblemente hayas llegado tomar inquina, cuando no odio, a El Quijote y a la lectura literaria en general. Por ello quiero darte estos consejos, a modo de antídoto de aquel veneno.

Primero. Aprende a no hacer demasiado caso a eso que llaman “actualidad”. Las conmemoraciones, las modas, lo “años de”, todo eso es efímero. Llenan los medios de comunicación durante unas semanas, unos meses, hacen ruido, ocupan los espacios públicos; luego, pasan. La auténtica cultura es lo que permanece, lo que se mantiene a flote y sobrevive a los naufragios del tiempo.

Segundo. Percátate de que toda “política cultural” es “política” antes que “cultura”. Nunca la verdadera cultura se ha impuesto desde el Gobierno ni se ha pagado de los Presupuestos Generales del Estado. Surge espontáneamente de la sociedad y los artistas. Si planificar la economía produce pobreza, planificar la cultura supone incultura.

Tercero. No olvides que la lectura tiene que ser sobre todo diversión y gozo. No te obligues a leer lo que no te gusta o para lo que no estás preparado. Otra cosa es que hagas lecturas con cierta dificultad (creciente conforme te vas convirtiendo en un lector más avezado), pero que superarlas sea para ti una forma de alegría, un comprobar que avanzas poco a poco, no una fastidiosa obligación.
Y cuarto. No te avergüences de reconocer que no has leído El Quijote. Eres uno más. Consuélate pensando que casi ninguno de los políticos que fomentan esta algarabía lo ha leído.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Aforismos sobre la educación. Esquirlas (5)

* Educación. Relación de transmisión de conocimiento entre un docto y un ignaro. Ninguna actividad humana está más lejos de la idea de igualdad.

* Educación conlleva auctoritas, esto es, quien la recibe atribuye al conocimiento recibido un carácter trascendente, sacro, más allá de lo meramente útil.

* ¿Sobrevivirá la educación a Internet, es decir, a la radical desacralización del conocimiento?

* Maestro. Palabra hoy vacía, muerta, sustituida por otra bastarda: líder.

* Magisterio, Humanismo, Sabiduría. Conocimiento como deleitoso quehacer, como fiesta del Espíritu.

* El conocimiento conlleva cierto aprendizaje -técnica-, pero necesariamente lo trasciende.

sábado, 29 de agosto de 2009

La Gioconda



La tristeza infinita de tus ojos,
esa mirada al fondo del la nada,
¿es dicha o es desgracia? No se sabe.
La delgadísima línea de tus labios
musita una palabra misteriosa
que roza el silencio y no lo alcanza.
Tu mano delicada apenas toca
la seda del vestido; lo acaricia.
Al fondo, el mundo asoma como bruma
inhóspita, apenas existente.

Esquirlas (3)

* Toda barbarie comienza en iconoclasia.

* Pensamiento. Lo que no es tautología es mística.

* Chesterton. El arte -difícil- de ser bondadoso sin ser nunca ingenuo.

* La naturaleza es inmensa e indiferente, vacía de signos.

* San Pablo es un genio que hace un descubrimiento genial: Religión y Cultura no se identifican.

* Arte moderno. La imagen no quiere ser signo, sino objeto.

miércoles, 26 de agosto de 2009

España

Pensar tu nombre ahora
envenena mis sueños
Luís Cernuda

Un oscuro laberinto de reinos en lucha.
Trasiego de tronos y cetros que se mueven
a lomos de carros polvorientos.
Monjes, sabios y reyes que buscaban
un espacio de tierra parecido al cielo
y una corona que encajase en la cabeza del hombre.
La música verbal del Triste Hidalgo.
El señorío burgués de Maragall.
El brumoso otoño de Rosalía.
Unamuno y su monólogo continuo.
Todo encaja en este viejo puzzle.
Lo antiguo, lo presente, lo anhelado.
Velázquez y su luz mediterránea.
Picasso burlándose del arte.
Gaudí mirando al cielo con su barba de ermitaño.
España , Hispania, Sepharad.
Te digo con cierto pudor de palabra prohibida,
con un asomo de lágrimas veladas,
como quien dice algo terrible y entrañable.
España, Espanya, Espainia.
Letanía de lenguas, savia roja
y común, siempre fluyente.
Vena y raíz que abarca inmenso espacio.
Tu nombre llena mi garganta de amarga plenitud.
Pronunciarlo me hace la voz áspera y antigua.

domingo, 23 de agosto de 2009

Tristeza marina

La caracola espera
que el árbol se distancie,
que la marea baje
y que la luna ajuste
la magia de su órbita
para empujar sus pasos
de babosa pereza.
Huida de la cueva
de la que nunca supo,
sin luz, sin aire apenas,
buscando las orillas
más allá de su concha,
la caracola avanza
tan lenta como un rayo.
Su sombra llora lluvias
de agua cansada y leve.
La pobre caracola.

Letanía de la sombra

Átomos sin venas.
Carcaza vacía.
Ente sin materia.
Materia sin forma.
Víscera sin sangre.
Escombro del tiempo.
Reloj oxidado.
Columna de humo.
Dama del silencio.
No olvides los ojos
de nuestra ceguera
ni el deseo último
al pie del cadalso.
Deja de tentarnos.
Apaga tu ascua.
Digiere el olvido.
Hojalata o sombra,
sueña por nosotros.

Cansancio

Termino un poema y callo.
La lengua está cansada
de tanta tensión. Supura
por sus poros metáforas y ripios,
sudor de tanto concepto resobado.
La sintaxis retorcida le duele como reuma
y le molestan de forma jaquecosa
las subordinadas adverbiales.
Quiere decir sólo banales
asertos, si es posible,
de sencilla factura, como
“Me duele la cabeza” o
“A mi marido le gustan las lentejas”.
Palabras que sean dichas y se vayan,
sin más, por el desagüe,
usadas y tiradas como un clinex.
Y nada más. O, simplemente,
como quien hace una siesta interminable,
tenderse en el silencio
y olvidarse de todas las Retóricas.

Verdad

Verdad es la mano que me toca,
el aire que respiro,
la carne que deseo.
Está fuera de los libros y se llama
hombre, vacío, risa,
mundo, pasión, silencio,
No importa la palabra que la cubra
ni que los labios digan
o callen su misterio.

Ante un estante de mi biblioteca



La triste certeza de que tanta
palabra impresa, de que tanto
fósil de otro tiempo y quizá de otro mundo,
no guarda una sola verdad, me nubla,
como una negra tormenta inesperada,
la alegría de esta mañana de verano.

No obstante, herido por el hábito
de lector sin remedio, escojo un tomo
al azar, lo abro: unas líneas
entredichas bastan
otra vez para salvarme.

sábado, 22 de agosto de 2009

Aquí comineza la historia

Está escrito: en principio
era la armonía de las bestias y las cosas.
Las fieras copulaban con el celo y se mataban
tranquilamente según la ley del más fuerte.
Los pájaros, las hojas de los árboles, las flores
cambiaban y morían al ritmo de las estaciones y las lunas.
Era el tiempo un círculo sencillo que repite
siempre la misma trama indiferente.

Mas vino el hombre,
extraña criatura sin instinto,
y puso un hacha de roca en medio de la selva,
y espantó a la fieras con el maligno invento
del fuego, y comenzó a levantar una choza de ramas
donde sólo estaba el primigenio suelo.
Todo se turbó con una inquietud desconocida
y las fieras huían de este bípedo extraño,
que poco a poco invadía todo el orbe
como una plaga de insectos imparable.

Aquí,
acabada la inocencia de esta fábula antigua,
comienza la historia.

Beatus ille

Dichoso aquel que, en medio de la vorágine
consumista de unos Grandes Almacenes,
de los ruidos de las cajas registradoras, de las dependientas
clónicas, de la claustrofobia de sudor y aire acondicionado,
sabe mentalmente cogitar un alegato
contra el voraz consumismo, sin olvidar
unas pullas (imprescindibles, en estos casos)
contra el Neoliberalismo y la Globalización, con ideas
de la Escuela de Francfort y del Progresismo Tardío fin de siecle (y aportando/
unas gotas delicadas de ecologismo
pacifismo
oenegeísmo,
y al mismo tiempo compra una maquinilla de afeitar
(de cuyo nombre sí me acuerdo, pero callo
por respeto al fair play del mercado)
que no sirve para nada, hermosamente
inútil. Vida -se ha dicho-
es vida y literatura es literatura.

Disyunción

La tarde tiene una ácida lentitud de motor oxidado.
Por el parque pían los pájaros sin sentido alguno
y juegan al fútbol futuros esqueletos.
Decididamente:
o leí al viejo Eliot con demasiado aliento,
o no me sentó muy bien el café de las cuatro.

Epístola moral

El dolor, Fabio, enseña su lección
como un viejo maestro apolillado
de saberes inútiles y oscuros.
El dolor, amigo mío, nada enseña,
sino la eterna, vacía certeza de que todo
dolor llega a destiempo.

Mozart

Elvira Madigan (Andante)

Toda esta belleza (¡pobre Amadeus,
niño sabio y desgraciado!) tiene
un fondo de imperceptible tristeza
(detrás de la armonía preestablecida
de los números y las órbitas
hay un lamento sordo y casi mudo)
como un gota mínima, letal de veneno
en un vaso de agua clara.

Oración al cumplir los 40 años

Llegado a esta edad que llaman crítica
los poetas y moralistas, convencido
de que se está a la mitad (por lo menos)
de este camino de espinas y puñetas;
a pesar de todas las gabelas, sin literatura
y sin resignación, hay una cosa
que tengo clara y que nadie me dijo:

vivir no era tan malo.

María Callas

Tace la notte placida
(El Trovador)

Tanta belleza reclama la palabra cielo.
Sin embargo, es la carne quien sale de esta gruta
para trazar la armonía exacta de sus órbitas
y el éxtasis de ser y no ser el mundo.
Elevados a la altura del alma,
da un fino vértigo el mirarse
un poco ángel, traslúcida materia,
como puestos de perfil ante la muerte.
El canto agita una helada brisa
de delicados átomos errantes.
La voz (tace la nottte placida) nos llega
de un lugar remoto y ya sagrado.

Somos el tiempo que nos queda

José Manuel Caballero Bonald

Somos el tiempo que nos queda,
la nada que borra nuestro aliento,
la noche que obtura nuestros labios,
el aire que barre nuestras venas
con la sístole mortal de un viento helado.
Somos también la sombra de ese tiempo
que nunca viviremos y la sombra
de las sucesivas muertes que tendremos
antes de morir del todo.
Somos al fin la incurable costumbre
de respirar, de latir, de vivir sin remedio.

Líquido es el amor

Líquido es el amor.
Líquidos son su sombra y su recuerdo.
Las caricias se sumen por la rendija del olvido.
Las miradas se llueven como estrellas de agosto.
Líquido es el amor y su deseo chorreante,
su húmeda pasión de flujos y sudores.

Nadie trace perfil y límite a este oceano:
niño ciego, borracho y consentido.

Teorema

Tu desnudez es la pureza blanca que perfuma la muerte,
tu mirada es el abismo que se abre hacia dentro de mi cráneo,
tus manos son los límites de la carne que espera ser aire,
tu espalda es la curva de la órbita de un planeta perfecto,
tus muslos son los peces escurridizos al hambriento mordisco,
tu boca es la húmeda abertura a una gruta sin ecos,
tu silencio es un trozo de nieve incombustible.

viernes, 21 de agosto de 2009

Espejos


La carne
se busca a sí misma en otro cuerpo.
El amor
es un juego sonámbulo de espejos.

jueves, 20 de agosto de 2009

Soneto satírico-estoico

Me canso de llevar la vida a cuestas.
Su peso, que me dobla el espinazo,
cada día me pesa más y aumentan
sus pequeños fastidios y coñazos.

La familia, el trabajo, las agendas,
los móviles, el atasco, la Viagra,
la polución, la cita con Hacienda,
las oenegés, los progres, la malaria.

Todo se confabula en una sola
voluntad de fastidio sin medida
y de agriarme la hora de la siesta.

Sin embargo, aunque la Parca asola
mis esperanzas, pienso que esta vida
es la que es; con sus duelos y sus fiestas.

Este poema se mandó a los amigos para felicitarlos en la Navidad de 2007

miércoles, 19 de agosto de 2009

El cuerpo se hace espíritu si ama

Amada en el Amado transformada
San Juan de la Cruz

Tu carne se hizo fuego entre mis labios,
derritió su materia contundente
en olor a tierra húmeda y salada.
Se disuelve la carne en mi saliva
y sus átomos navegan por mis venas
como nave que muere en un océano
que es su destino final, su paraíso.
Milagro: la materia se transforma
en sabor, en olor, en aire, en sombra.
El cuerpo se hace espíritu si ama.

martes, 18 de agosto de 2009

Esquirlas (2) Doce aforismos sobre el erotismo

* El enemigo del erotismo no es la moral puritana, sino el desnudo.

* No desnudo, desnudamiento, desvelamiento de lo que estaba oculto, “apocalipsis”, en el sentido etimológico.

* El culmen del erotismo es una mujer quitándose unos zapatos de tacón.

* Lo “natural” es un concepto que disuelve cualquier erotismo. Lo que es natural (fisiológico) no es ni puede ser erótico (y viceversa).

* Natural sería seguir el ciclo de las épocas de celo y reproducción, como las plantas siguen el ciclo de las estaciones.

* Amor y libertad son antónimos. La expresión “amor libre” es un oxímoron. “Nadie elige su amor” (Antonio Machado).

* Amor, deseo, fuerza que nos llega de fuera y nos arrastra. Furor platónico. Por eso el amante es un eterno quejumbroso y la literatura amorosa, desde los trovadores y Petrarca, es una larga queja, con pocas notas alegres.

* El acto sexual, desde un punto de vista fisiológico y orgánico, es simple y repetitivo. En realidad, presenta un reducido repertorio de variantes. Para compensar esta limitación, la literatura y el arte inventan el erotismo.

* El erotismo es una realidad más retórica que fisiológica.

* Una sociedad sin erotismo, una sociedad donde las costumbres se relajasen al extremo y la moral se disolviese, sería -será- invivible.

* Un matiz importante: no confundir deseo con apetito.

* Silogismo.

I. El erotismo es una realidad mistérica.

II. Misterio no es lo vamos a ver, sino lo que no podremos ver del todo.

III. Ergo, todo erotismo auténtico tiene algo de insatisfecho.

lunes, 17 de agosto de 2009

En una fiesta de música bakalao

Ya lo vio el viejo Nietzsche
con su vista de águila infalible;
y yo lo compruebo en esta tarde de resaca y estruendo,
en estos torsos desnudos y sudosos,
en este rito de vida seminal.
Dionisos no ha muerto. Veinte siglos
de Cruz y silogismos no han bastado
para ocultar su máscara grotesca
y sellar su tumba de pámpanos ardientes

Esquirlas (1)

* La civilización no es, como creía el pobre Rousseau un estado natural, sino una lucha contra la barbarie.

* Intelectual: alguien que sabe de todo y no se entera de nada.

* Noble es quien se inventa deberes; plebeyo, quien se inventa derechos.

* Nietzsche. La chispa del genio salta cuando se frotan fuertemente la desesperación y la lucidez.

* Reaccionarios. Castellani, Gómez Dávila, Romano Amerio, diques opuestos al río imparable de la Ilustración. ¿Por qué los reaccionarios nos resultan hoy tan modernos? Quizá porque, extendida la Revolución, son los únicos rebeldes.

* La derecha es el rito; la izquierda, el mito

Aforismos 1

* La civiliazación no es, como creía el pobre Rousseau, un estado natural, sino lucha contra la barbarie.

*Intelectua: alguien que sabe de todo y no se entera de nada.

* Noble es quien se inventa deberes; pebleyo, quien se inventa derechos.

domingo, 16 de agosto de 2009

La Anunciación de Fray Angélico


Suavemente se rompió el silencio.
con un aleteo de ángeles traviesos.
Como un belén de juguete, el Paraíso
acoge pájaros, flores y libélulas.
Una niña inocente ha descubierto,
asombrada, el fondo del abismo.
San Gabriel le confía su secreto
y ella asiente. Nota como brasas
el vientre y las manos. Ya lo sabe:
la luz es una forma de dulzura.

sábado, 15 de agosto de 2009

Déjà vu

[Erza Pound]


Todo lo que yo pueda escribir
duerme en algún legajo
la siesta de los siglos,
esperando
la mano manchada de tinta
que venga a plagiarlo.
Todo lo que yo pueda escribir,
en el Parnaso
donde no hay tiempo, lo glosa
Menéndez y Pelayo,
Borges lo cita, Cervantes lo parodia
y al chino lo traduce Erza Pound.