Tengo, Señor, tantas cosas que pedirte.
Los niños, la hipoteca, los achaques,
el trabajo; sobre todo, mi colega
Pepe pendiente de no sé qué radiografía.
Tengo, Señor, tantas cosas que pedirte,
que, temiendo mi fatídica memoria,
las anoto en la agenda que utilizo
para la lista de las compras semanales.
Sin embargo, ay, en un trasiego
de camisas o, seguramente,
en algún despiste involuntario,
he perdido la dichosa agenda.
A la espera, algún día, de encontrarla
(lo mismo, el barreño de la ropa usada),
intentó resumir tanto desorden
de petición inoportuna: hágase
tú Voluntad
así en la tierra
como en el cielo.
Los niños, la hipoteca, los achaques,
el trabajo; sobre todo, mi colega
Pepe pendiente de no sé qué radiografía.
Tengo, Señor, tantas cosas que pedirte,
que, temiendo mi fatídica memoria,
las anoto en la agenda que utilizo
para la lista de las compras semanales.
Sin embargo, ay, en un trasiego
de camisas o, seguramente,
en algún despiste involuntario,
he perdido la dichosa agenda.
A la espera, algún día, de encontrarla
(lo mismo, el barreño de la ropa usada),
intentó resumir tanto desorden
de petición inoportuna: hágase
tú Voluntad
así en la tierra
como en el cielo.
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