Sobre tu calva brillante
que en el ágora luce
con luz propia
(es complejo el tema
-decías-: habrá
que
adoptar una óptica exhaustiva)
crecerá la hierba
indiferente y viva.
Para entonces, nada
serán la tesis,
la antítesis,
la hermenéutica,
el epítome.
El musgo cubrirá,
con su humedad pastosa,
el aparato crítico
de tus obras completas.
Melancólico fin.
Pero quizá te cite
algún letrado amigo
en nota a pie de página
o sirvas como entrada
de la bibliografía
de alguna separata
o algún desaprensivo
te haga el favor del
plagio
y alargue
(inútilmente)
tu minúscula gloria.
¡Siempre existe un
consuelo!
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