laderas donde el tacto rueda y place,
paralelos montículos, nevada
tez que en firmes ternezas se deshace.
No sé que admirar más; si el promontorio
de la carne abundante, o la ranura
que en medio dejan ambos abalorios,
estrecha y misteriosa, por lo oscura.
Oscura, pero clara. ¡Tiempo breve
y precioso el dedicado a la delicia
del palpamiento sabio y demorado!
¡Oh la mano golosa, que no puede
detener sus férvidas caricias
perdida en estos montes y estos prados!
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