viernes, 14 de agosto de 2009

Roca viva (Desfiladero de los Gaitanes)

Quizá -seguro- en un remoto y geológico pasado estas dos mitades de la hendidura era una sola masa tranquila, unidad primigenia en un mundo ya perdido, inocencia del origen. El lento goteo del tiempo, un parsimonioso rumor de fuerzas subterráneas, como hormigas pacientes, fue abriendo esta hendidura contundente y dura, escultórica. Cicatriz de la montaña por donde la vista se desparrama hacia el vacío horizonte. Por donde la luz como sangre se abre camino entre dos angosturas como senos. Enorme máquina para la pequeñez del hombre o del pájaro, pero -en el fondo- genital y casi humana. Vida de latido espaciado, pero de sonido claro. No hay duda: están vivas las rocas; como los astros y las libélulas; como las lombrices y las manzanas. Están vivas y nos enseñan esta doble lección: la profundidad del tiempo, la pequeñez del hombre.

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